Sobre una mesa camilla, construcciones
posibles que se pueden transformar en imposibles, inestables. Piezas de madera,
cubos, paralepípedos, otras sin nombre, pintadas de colores que fueron vivos. Elevo,
apilo alturas. Su tacto en algún lado es rugoso. Son hechas a mano, pintadas
por otras manos. Ahora son mis manos las que juegan con ellas. Y sé que haré
algo para que la estructura caiga. Ruido. Y si extiendo una de mis manos puedo
tocar un aparador, abrir un cajón y sacar una caja llena de fotos viejas, de
gente que no está, de otras que están todavía, las puedo ver, sin saber que se irán pronto, y yo las miro, y me dicen
nombres, y la muerte es una utopía para mí, inalcanzable. Y entonces, no, es
ahora cuando lo pienso, ahora que cambiaron de caja y de casa, me gustaría
dibujar a personas antiguas, darles más alma ahora que nadie se acuerda de
ellas, ponerles hasta voz, darles una frase, inventada, pero que quizás alguna
vez pensaron, o hasta dijeron, o hasta escribieron en un papel que se escondió
para nunca ser encontrado.
sábado, 16 de mayo de 2020
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