domingo, 22 de octubre de 2017

más sobre lo mismo



No estamos en 1975. Alguien dijo ayer lo contrario. Se refería a la pérdida de libertades en Cataluña. Yo entonces no tenía miedo, hoy sí. No tengo los pocos años de entonces, hoy sí. Es mentira que hayamos regresado al pasado, no se puede. Es mentira que el progreso nos haga mejores, que los años nos hagan más sabios. Es malo generalizar, algunos lo consiguen, los callados, los silenciosos, los no vociferantes, no sé, quizás. Es mentira que no seamos capaces de convivir. Es verdad que somos a veces animales poco racionales. Me asustan muchas cosas de las que oigo porque alguien las dice. A veces sería mejor estar callado, para estudiar, o para reflexionar, o simplemente para olvidar. La mentira me duele, y estos días llueven. La falsa opresión y represión es falsa. Sé cuál es la solución, convivir. Y como yo piensan muchos, quizás una mayoría. Me asusta la falta de solidaridad, me asusta el afán de demostrar una insólita superioridad moral basada en no sé qué preceptos o mandamientos. Me duele el sectarismo. Dicen que la información debe de ser veraz. Claro, como principio está bien. Todos los medios públicos mienten, y los privados, de aquí y de allá. Acuérdense, somos humanos dirigidos por intereses políticos y económicos que trascienden el espacio de nuestro hogar. Medios donde se discute sin respeto mutuo, donde parece que gritar vale más. Me pregunto dónde se quedó la educación de algunos, dónde el diálogo. Será que nos hemos apuntado todos a los monólogos, pero de los que no hacen gracia. Veraces son los pobres, los que mueren en las guerras, engañados u obligados a defender patrias y trozos de bandera. En 1975 yo no sabía nada salvo algunas cosas. Imagino que los nombres de las hojas, algunos animales, sabía hacer quebrados, resolver pequeños problemas, nombrar adjetivos, adverbios y formular fuerzas. En resumen, nada interesante. Pero sí sabía que todo iba bien, que la vida fluía, que el dictador se murió, nadie permanece, que los niños somos niños y no aprendices de adultos. Que el adoctrinamiento es miserable, venga de donde venga. Que entre todos la mataron y ella sola se murió, que asistíamos a momentos históricos y nadie conocía el futuro. Que hubo que inventarlo y que no parece que nos haya ido tan mal. Hoy, tantos años después, miro alrededor y me tapo los ojos. Estamos rodeados de frentistas. Que la comodidad de unos se rebela insuficiente, que quieren más. Yo también quiero más, quiero que no me llamen fascista, ni español con ese aire de desprecio que a veces acompaña al don de hablar, de expresarse. Que no me llamen anti demócrata, ni nada parecido. Que no se acuerden de mí, que no me nombren, que me dejen en paz. Que decidan por ellos y se equivoquen, o acierten, pero que no mientan, que no disfracen sus intenciones con falsos ropajes, que no hablen de falta de libertad, que no hablen de Mandela. Dicen que les robaron la libertad ayer, 21 de octubre. Libre es el que puede salir a la calle y descabalgar a quién les metió en este lío, en el barullo, en el atolladero que parece diseñado por un niño de diez años. Esto no es un juego, se lo han cargado, el sentido común, se la han cargado, la convivencia. Y sigo, el respeto, el aprecio, el buenos días, el bon día. Ahora hacemos ruido, caceroladas para protestar, volvemos a las cavernas. Nos falta aullar, brincar sin emitir sonidos, tirar piedras, volver a ser antepasados. No, no hemos retrocedido a 1975. Nos hemos ido más lejos. Aunque luego la puesta en escena sea la de señoritos con corbata o sin ella, revolucionarios de pasarela y de iphone, que pasean su indignación por avenidas limpias y asfaltadas. Y todo por qué, y todo para qué. Falsos patriotas, pacíficos dicen, a veces el pacifismo se esconde tras palabras que insultan y desprecian. Hay sensibles aquí y allá, aquí lloramos, allí también. También aquí suspiramos, como allí. Valle de lágrimas o valle de mierda. Estercolero al que nos llevan gobernantes irresponsables con aires de grandeza, egocéntricos y orgullosos. 1975 se marchó, luego se fue el 76 y hasta el 77. Y nos hicimos mayores, para amar, de otra forma, para vivir en paz y libertad, para quererlo y desearlo. Jugando con fuego se queman los niños y los mayores que leyeron la biblia, quizás en catalán, aprendices de profetas, también de mesías, falsos y sectarios, fariseos y mentirosos, los que juegan a ser, los que juegan a estar, los que aspiran al altar, seres superiores, inalcanzables, omnipotentes, omnipresentes. Nadie lo es, nadie es superior a nadie. Lástima de humildad, lástima de sensatez, lástima de educación, lástima de todo.

No hay comentarios: