Jueves de silencio, de procesión, de pasos a hombros y de pasos
cortos. En imágenes retransmitidas también para los que no se pueden desplazar
o huyen de las aglomeraciones. De penumbra también. El sol luce. Este barrio,
ajeno a todo, hasta parece que los pájaros hayan huido. Hasta las cotorras
invasoras, hasta el viento parece estar en calma, hasta los coches dan tregua. Hasta
los vecinos dejan de gritar, la vida en suspenso, se desplazó ésta a
carreteras, estaciones y playas. Viva el sol, el astro rey. El verano se
adelanta y el calor parece fuera de tiempo. Esperamos en los semáforos, otros
cruzan indebidamente, lo que yo hacía antes. El muñeco parpadea. Nos da tiempo
a cruzar. Bancos y sol, ligera brisa. Turistas que preguntan por metro o tren,
guías en mano. Sacaron los pantalones cortos, las bermudas, como si estuviéramos
en las islas del mismo nombre. Un carro de la compra encadenado a un árbol con
candado de moto, interior desconocido. Todo cabe en el Madrid que se despereza,
que monta colas en cualquier sitio, como en la Fundación Mapfre. Allí se exhibe
Retorno a la belleza, obras maestra del arte italiano de entreguerras. Rasgos de
clásicos italianos. Narices que caen rectas, rostros picassianos. Tras la
devastación de la Gran Guerra y ajenos a que vendrá algo peor, el arte sigue
pensando en plasmar vida. Dos plantas que recorremos lentamente, y un resultado
global magnífico. La fuente, lugar de comunicación y socialización, es un
hermoso cuadro de Gisberto Cerachinni, 1930. Retratos y desnudos. Ella lee
Dhely, y medita, es La muchacha sentimental, de Ubaldo Oppi. Más retratos
suyos, magníficos. Sorprenden los colores y figuras precisas de Antonio Donghi.
También hay objetos y bodegones. La escultura Nena de Arturo Martini, 1930,
sólo el busto, destaca entre los lienzos colgados. El Retrato de Renato
Gualino, de Felice Casorati, 1924, sirve de portada de la muestra y transmite
serenidad. Y la familia en la playa que reza el rosario de Cagnaccio es
fantástico en su composición, expresividad y materialización. Puestos a elegir
una obra me voy a lo pequeño, en tamaño, sencillo en composición, humilde en su
idea, el retrato, puro y simple, de pocas sombras, de mucha luz, es la
Jovencita de Donghi, de 1931. Grande en su mirada. La tarde es para la ira. Película
de Daniel Arévalo, premiada en Goyas, intensa, transmite desasosiego, transmite
dolor. Y es por eso que es buena, porque transmite. Es verdadera, no hay
artificiosidad ni excesos tan de moda. El viernes santo trae rumores de
procesión, o vía crucis. Ellas cantan, “no te importe la raza ni el color de la
piel”. Siempre hay que recordarlo. El mundo contiene la respiración, siempre lo
hizo. No hay una guerra global, hay varias pequeñas, sin final. Piso las calles
nuevamente de ciertos barrios, la Ardosa sigue preparando una tortilla en
condiciones. Y Roma debe ser una ciudad maravillosa. Así la plasmó en 2012
Woody Allen en sus vueltas por el mundo. Colores pastel para una comedia coral,
de equívocos y encuentros. Agradable como la tarde que invita a leer en el
parque.
Berenjenas rebozadas
-
Asar las berenjenas enteras en el horno. Dejar que se enfríen y quitarles
la piel dejando la parte de arriba como en la foto. Hacerles unos cortes y
estend...
Hace 4 semanas
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