Segunda parte. Mucho teatro, cine. Algún viaje y algún retazo
personal, escaso. Le acusaban de frío,
cuenta. Un buen consejo, de un director italiano, para un actor como él, “parecer
uno de esos españoles que veo por la calle”. Las mujeres, y su belleza, carnal
en una juvenil Sara Montiel, o inconcebible en la de Sofía Loren. Y una
reflexión que me atrapa: “a los que tenemos esta tendencia viciosa a volver los
ojos al pasado, sobre todo al nuestro, y nos esforzamos inútilmente en hacer de
los recuerdos una realidad viva, como si en aquellos tiempos nos hubiéramos
dejado muchas cosas a medio hacer, nos gusta encontrar sitios como el parterre
del Retiro, en los que si no existe nuestra infancia, se conserva por lo menos
su escenario, y a poco que nos esforcemos, nos vemos trepar por los árboles o
corretear entre los setos”.
El tiempo amarillo. Memorias. 1943-1987. Fernando Fernán-Gómez. 1990
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