sábado, 21 de enero de 2017

del tintero



Dibujos y teoremas. Redes y amplificadores. Existen los regímenes transitorios. En ambas realidades. En la social y en el de los circuitos. También los polinomios, característicos. Potencias y resonancias. Desviaciones relativas y anchos de banda. Transformadores ideales y reales. Luego están las integrales paramétricas, y está Euler. Y cambia el título y el color de la libreta. Formulas enmarcadas. Arranco las hojas escritas, usadas y todavía queda un espacio en blanco. Nuevas anotaciones por venir. Me pregunto porque la agenda del año 1978 llevaba tablas sobre las características del vapor de agua saturado o sobre las solubilidades. También temperaturas de ebullición. El agua a 100 grados. Sorprende el que el etano bulla a -89 grados. No lo entiendo. La ebullición la asocio al calor, el cuerpo también. Alejado del invierno que contrae y constriñe, bullirá en verano, unos mas que otros. Otras agendas tienen mapas de colores y calendarios perpetuos que acaban en el 2000. Y anotaciones no tan lejanas. Trayectos con encanto, como el de San Felices en Soria a Aguilar del Río Alhama, anoto que hay bajada para bici y montañas de colores. Y sube y baja de Aguilar a Navajún. Yacimiento celtíbero en Contrebía-Leukade y huellas de dinosaurio en los Cayos. Y descubro que no todo lo escribí en cuanto a viajes de antaño. En ese viaje hicimos eso y mucho más. Dormir en Arnedillo en hostal modesto al lado del balneario y pasear por senda donde había aguas que surgían calientes del fondo de la tierra. Y lo mejor fue extraer pirita de la tierra. Cubos imperfectos, magníficos en su no perfección. Martillo y manos para llenar bolsas luego de viaje en cuatro por cuatro. En la Rioja, en un pueblo escondido, perdido. O lo mejor fue todo, el conjunto. De esas cosas que nunca olvidaré. No se puede volver a todos los sitios. A veces se desea. El recuerdo nos martiriza. Nunca vamos a encontrar lo mismo. No es eso. Nunca vamos a ser los mismos. Ni nunca será ayer con su futuro todavía por pintar. Me preguntaba un día de aquellos por Pedro Paez, anotación al margen. Jesuita y misionero español, primer europeo que llega a las fuentes del Nilo azul. De Olmeda de las fuentes, pueblo de artistas ahora. Exploradores de otro nivel. Nosotros explorando nuestra vida. Y me hago mas preguntas. Anoto nombres de desiertos que nunca visitaré. Extensiones vacías de casi todo. Se pueden traducir los nombres. Hadramaut en Yemen, recinto mortal. O Rubal Khali, en Arabia Saudí, habitación vacía. El nombre no dice que la estancia, no cerrada, es inmensa. Poesía o realidad para designar lugares. Lo simple da nombre. Posos de las lecturas hechas en los viajes, cuando el cansancio dormía a todos menos a mí y quedaba la paz, momento maravilloso, en el  que todo está en esas cuatro paredes de hostal, rescoldo de deber cumplido.  Todo lo importante. Todo lo que vamos creando y formando está aquí, seguro. Y mañana al despertar será de día. La vida seguirá su curso, nosotros estamos de vacaciones. Mas cosas que ver. Antes, como anoche, algunas páginas por leer. Ella quizás duerma. Y me preguntaba qué fue de Victor Klemperer después de la guerra. Sus diarios no tienen desperdicio. Deben ser leídos. Hizo su vida en la RDA e impartió clases en la Universidad. Libros leídos y otros por buscar. Pasó por la guerra mundial y sobrevivió, él que pensaba que su corazón no le llevaría lejos. Él, que escribía que había dias donde no veía el momento de sumergirse en el sueño para escapar de la vida. Acabo, será verdad que me gustan las agendas, me persiguen con sus películas, listas, y teléfonos olvidados, sin prefijo. De gente que llegó a ser importante, diaria, constante en mi vida. La frase es manida, la vida te lleva y te trae. Pero no por manida menos cierta. Aquí no hay teoría o teoremas, las integrales no ayudan. Y lo ideal se queda en real. Y a veces duele. También a veces reconforta escribir antes de llegar al sueño.

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