Iglesias tras el descanso. La oficina
de turismo de Toro propone un itinerario. Recintos que sirven de museo. Empezamos
por San Salvador de los Caballeros. Románico-mudéjar, perteneció a los
Templarios. De principios del XIII. Obras anónimas, Cristos en talla. Uno de
ellos articulado. Una Santa, privada de signos de identidad. Después viene San
Sebastián, también de los Caballeros. Sorprendentes los frescos, los firma
Teresa Díez. Se cree que estuvo activa en la provincia en la primera mitad del
XIV. Pudiera ser una monja del monasterio de Santa Clara o también hay
sospechas de que la firma correspondiera a la promotora y no al autor o autora
material. Paseo hasta San Julián, antiguo templo mozárabe, reconstruido en el
XVI por Gil de Hontañón. Mas museo en su interior. Llegamos al último templo,
San Lorenzo el Real. Templo del XII. Grata sorpresa. A lo propio añade algunas
obras de la Colegiata, lo que nos permite admirar el lienzo de la Virgen de la
Mosca, una de las maravillas de Toro.
Parece que hubiéramos recorrido el
pueblo entero. Es domingo. Todo cambia cuando el día siguiente traerá ocio. No hay
prisa. Sí hay música, alta, en la Iglesia Evangélica. Al otro lado, puertas y
ventanas dejan ver a abuelos bailando. No se percibe la música. La pone la
acera de enfrente, pero no se acomoda a los pasos. Pocos lo hacen. Otros
sentados, alrededor, esperan su turno. El Duero ya no se ve. Se hizo la noche y
el puente no se ilumina. Todo negro. Nadie adivinaría que algo fluye ahí abajo.
Silencio en muchas calles, soledad. En una de ellas luz intensa que alumbra la
fachada de lo que fue el Palacio de las Leyes. Ahí se leyó el testamento de
Isabel la Católica, corría 1505. Y también se promulgaron las Leyes de Toro. La
calle principal todavía con paseantes y terrazas abiertas. La esquina de Colás
hace honor a su nombre. Local pequeño donde se pueden tomar buenas tapas para
cenar. Toro se prepara para la fiesta de la vendimia, al fin de semana
siguiente. Nosotros para dormir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario