sábado, 24 de septiembre de 2016

un vinilo



Dando vueltas, el vinilo, en forma de policloruro. O lo que es lo mismo, un plástico. En su interior, redondo, una espiral que surca desde el exterior hasta el centro. Revoluciones y tamaños que concuerdan. Agujas que saltan y a veces repiten lo mismo. Un disco rayado. Un desastre. Automáticos o manuales, los tocadiscos de entonces. Los platos de mas tarde. Pulso, bueno, para llevar la aguja a su punto o para salvar canciones. De sencillos o LPs. Sonido analógico, lo digital estaba lejos. Ruidos que parecen hacer crujir el altavoz. Llega la música y el ruido de fondo desaparece. Una y otra vez, surcos repetidos, pasados y repasados. Hasta el fin. Formato que se olvidó. Ahora dicen que algunos coleccionistas vuelven a él.  Yo no. Tengo muchos o unos cuantos. Pero no donde tocarlos. He visto paredes enteras llenas de ellos. Acaparadores. Yo no llego a tanto. Saco uno, 1979, Hispavox fue la compañía. Tiempo de Otoño lleva por título. Apropiado a la época, que no el día de hoy. Guitarra en mano, sentado, árboles. Sierra al fondo. Maleta de vieja y funda de guitarra. Podría recitar de memoria algunos temas. “Me llamas” es uno de ellos. El otro, antológico. Quién no ha tarareado, cantado, silbado esa canción. “Un velero llamado libertad”. Letra y música de quién pierde la mirada en medio de la sierra. Cantautor, a su bola. Jose Luis Perales. Siempre pareció fuera del tiempo, incluso en el suyo. Sigue cantando. Ajeno a modas. Hablando de lo que mueve al mundo y a la gente. Historias de todos los días. Y acompañante de muchas tardes, de muchas sentadas para estudiar, dibujar o simplemente soñar. Mi homenaje a quién es capaz de conmover guitarra en mano.

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