Pío Felipe. Emprendedor
abulense que llega a Vallecas con cinco años, 1867. Recogiendo chatarra y
basura se hizo popular. Una calle lleva su nombre y el parque (del Tío Pío)
desde el que se disfruta de una espléndida vista de Madrid. Entonces un cerro,
enjambre de chabolas y cuevas. Los escombros de los derribos se rellenaron de
tierra. Luego creció la hierba. Las siete tetas o colinas que atraen diurnos y
nocturnos. Muchos perros, sueltos, que siembran el lugar a su manera. La teta
mas solicitada, alta, y redondeada, alberga a fotógrafos y curiosos. El sol a
punto de ponerse. Se va rápido. Fotos y frescor. La noche sorprende, el viento
llama a las rebecas. El panorama se llena de luces sobre todo hacia el sur y
suroeste. Enjambre de vida iluminada. Hacia el norte, los grandes edificios,
las torres y el pirulí. Menos luces. Estrellas sin luna. Aviones huidizos.
Silenciosos. Hierba para rodar. Cuerpos o películas. Así desde 1987, cuando fue
inaugurado. Es Vallecas. Es Madrid. Espacios desconocidos de una gran ciudad
que esconde otras posibilidades. Lunes de fiesta, la de Santiago, el apóstol. Los
peregrinos llegan a Galicia. Nosotros nos acercamos al Caixa Fórum. Exposición de
la fundación de Duncan Phillips, de Washington DC. Se puede visitar allí desde
1921. Y temporalmente aquí, obras maestras. Impresionistas y modernos. De estos
últimos mejor no hablar. De los primeros resaltar los colores de Degas que dan
cuerpo a las bailarinas en la barra, obra que inaugura el XX. A Modigliani se
le reconoce poco a poco. Retratos un tanto infantiles, deliciosos. El nombre de
la protagonista escrito en el margen superior izquierdo. Se llama Elena
Povolozky y data de 1917. En otras salas otras exposiciones. Algunas tienen
nombre y les falta el alma. El alma de la Povolozky nunca estará en esas
excentricidades que ocupan espacio y se adquieren con el dinero de nosotros, como
lo que hace esta entidad bancaria a través de su fundación. En fin, el arte de
unos y otros. Será mi mirada distorsionada o corta o poco abierta. Juan Muñoz
falleció joven, a los 48 años. Dejó Tierra baldía. Diferente y enigmática. Paseamos,
hacia un rastro mínimo. Festivo pero poco activo. Los puestos escasean. Se vende
de todo. Calles semivacías todavía en el centro, con restos de fiesta nocturna.
En la de Huertas está la casa donde nació Daniel Urrabieta Vierge, dibujante,
1851. Hay que alzar la mirada para ver la placa. Digo alzar y ver. Algo que no
se lleva últimamente. Ensimismados como muchos van. También hay que hacer lo
mismo para ver las placas de las calles. Una de ellas es la de Juanelo
Turriano, ingeniero e inventor. Relojero de Carlos I e italiano. Murió en
Toledo. La muerte en el cine suele ser breve. Muchas veces violenta. Se pasa
pronto. No hay muchos ejemplos de muerte bien tratada. En esta película se sabe
cercana. Pero no llega. El metraje no da para ello. Es lo de menos. Se vive
sabiendo que llegará. Pronto. La enfermedad que sirve para despedirse. Magistral
Darín. Su perro se llama Truman, la película también. El rato se pasa rápido,
buena señal. Aunque los ojos se humedezcan, a menudo. Hacía tiempo que no
lloraba tanto. No les diré cuanto. No se la pierdan.
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