sábado, 30 de julio de 2016

pío felipe


Pío Felipe. Emprendedor abulense que llega a Vallecas con cinco años, 1867. Recogiendo chatarra y basura se hizo popular. Una calle lleva su nombre y el parque (del Tío Pío) desde el que se disfruta de una espléndida vista de Madrid. Entonces un cerro, enjambre de chabolas y cuevas. Los escombros de los derribos se rellenaron de tierra. Luego creció la hierba. Las siete tetas o colinas que atraen diurnos y nocturnos. Muchos perros, sueltos, que siembran el lugar a su manera. La teta mas solicitada, alta, y redondeada, alberga a fotógrafos y curiosos. El sol a punto de ponerse. Se va rápido. Fotos y frescor. La noche sorprende, el viento llama a las rebecas. El panorama se llena de luces sobre todo hacia el sur y suroeste. Enjambre de vida iluminada. Hacia el norte, los grandes edificios, las torres y el pirulí. Menos luces. Estrellas sin luna. Aviones huidizos. Silenciosos. Hierba para rodar. Cuerpos o películas. Así desde 1987, cuando fue inaugurado. Es Vallecas. Es Madrid. Espacios desconocidos de una gran ciudad que esconde otras posibilidades. Lunes de fiesta, la de Santiago, el apóstol. Los peregrinos llegan a Galicia. Nosotros nos acercamos al Caixa Fórum. Exposición de la fundación de Duncan Phillips, de Washington DC. Se puede visitar allí desde 1921. Y temporalmente aquí, obras maestras. Impresionistas y modernos. De estos últimos mejor no hablar. De los primeros resaltar los colores de Degas que dan cuerpo a las bailarinas en la barra, obra que inaugura el XX. A Modigliani se le reconoce poco a poco. Retratos un tanto infantiles, deliciosos. El nombre de la protagonista escrito en el margen superior izquierdo. Se llama Elena Povolozky y data de 1917. En otras salas otras exposiciones. Algunas tienen nombre y les falta el alma. El alma de la Povolozky nunca estará en esas excentricidades que ocupan espacio y se adquieren con el dinero de nosotros, como lo que hace esta entidad bancaria a través de su fundación. En fin, el arte de unos y otros. Será mi mirada distorsionada o corta o poco abierta. Juan Muñoz falleció joven, a los 48 años. Dejó Tierra baldía. Diferente y enigmática. Paseamos, hacia un rastro mínimo. Festivo pero poco activo. Los puestos escasean. Se vende de todo. Calles semivacías todavía en el centro, con restos de fiesta nocturna. En la de Huertas está la casa donde nació Daniel Urrabieta Vierge, dibujante, 1851. Hay que alzar la mirada para ver la placa. Digo alzar y ver. Algo que no se lleva últimamente. Ensimismados como muchos van. También hay que hacer lo mismo para ver las placas de las calles. Una de ellas es la de Juanelo Turriano, ingeniero e inventor. Relojero de Carlos I e italiano. Murió en Toledo. La muerte en el cine suele ser breve. Muchas veces violenta. Se pasa pronto. No hay muchos ejemplos de muerte bien tratada. En esta película se sabe cercana. Pero no llega. El metraje no da para ello. Es lo de menos. Se vive sabiendo que llegará. Pronto. La enfermedad que sirve para despedirse. Magistral Darín. Su perro se llama Truman, la película también. El rato se pasa rápido, buena señal. Aunque los ojos se humedezcan, a menudo. Hacía tiempo que no lloraba tanto. No les diré cuanto. No se la pierdan.

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