sábado, 30 de julio de 2016

presentación


Cincuenta años cumplió el centro el año pasado. Inaugurado en 1965. La calle, llamada de la Cruz Blanca, porque llevaba a una cruz ya desaparecida que se encontraba a la altura de la avenida. Quizás estuve tres años y recuerdo que ellas se llamaban Sor María del Puy, Sor Rocío y Sor Gloria, las monjas que cuidaban de nosotros. Eran hermanas de la Presentación de María, congregación fundada por la francesa María Rivier. Recuerdos de siestas, patio y culebras. Las primeras eran artificiales, de bajar persianas, y convocar a los sueños. Y apoyar o recostar la cabeza sobre un antebrazo, el izquierdo, o el derecho, y hacer que se duerme, o quizás dormirse de verdad. Es cierta también la foto de colegial con corbata y uniforme. Es cierto también que allí tomé la comunión, la primera. De blanco y marinero. Y son ciertas, de ese día, algunas imágenes. Como la iglesia de bancos oscuros, como la presencia de mucha gente. Como los nervios. Es cierta la culebra, una de tantas que vivían en las altas hierbas de la trasera, que quizás fue huerta después. Y que quizás matamos con palo. E inolvidable es el fútbol y mi balón, de goma plástico, que se pinchó algún día. Uno llevaba balón y todos jugábamos. No sé si llevé mas. Sé que corríamos y que a veces el esférico saltaba la valla y algún paseante nos lo devolvía de vuelta. Agradecidos nosotros. Escaleras hacia clase. Suenan canciones. Cantando se llega a Dios. Y el mes de las flores, que es el de la Virgen. Y mas pupitre que sirve para el dibujo, y una de aquellas monjas, creo que Sor Gloria, que decía que dibujaba bien, pero en pequeñito. Que tenía que hacer mas grandes esos dibujos. Grabado en la memoria. Hoy dibujo y trazo caras, con sus ojos, con su boca, con nariz y orejas. Ya son grandes, pero no quieren salirse de la hoja. Y a veces todavía me acuerdo de ella. Siempre con la cabeza cubierta, con algunos cabellos que se entreven. Con gafas, agachándose para ver el dibujo pequeñito, el que yo sólo alcanzo a ver, con la cabeza en posición inclinada, con los ojos que no distinguen de cerca o largo, plenos de enfoques. Dibujos que hago a escala del mundo que veo, tan pequeño todavía.

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