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pastrana-1
Calor de sábado tarde en
Pastrana. Es provincia de Guadalajara. El viaje fue sinuoso, con subidas y
bajadas. Poco transitada la carretera. La oficina de turismo está cerrada. Se encuentran
en visita guiada. Aparcamos en parking público y gratuito. La plaza del
Palacio, mejor de la Hora, luego sabremos por qué. Sorprende encontrar tal
edificio en la Alcarria, en medio de esa nada que todo lo inunda. Hectáreas de
campos y tierras vacías y de repente unas torres. Suena la música en el kiosko
y el tiempo se detiene. Se desayuna de nueve a once nos dicen en recepción, es
el hotel Mayno. Nombre de pintor, del lugar. Es él, príncipe, duque y grande de
España. Ella princesa, de Éboli, y duquesa. Parece que fuera hermosa. Y con
parche que mantiene la duda sobre el aspecto de su otro ojo, o sobre su estado.
Se sospecha que era impostura para aumentar su hermosura. La Iglesia,
Colegiata, al otro lado del pueblo. Se visita en silencio. Huellas de Santa Teresa
por cada esquina. El párroco prepara la misa y nos dice que lleva once años
aquí y cuenta las maravillas que alberga el lugar. Lo comprobaremos al día
siguiente. Aquí bautizaron al pintor Mayno. Pueblo de cuestas empinadas y casas
antiguas. Algunas se venden. Las golondrinas o lo que sea vuelan y cantan. Bandadas
en giros infinitos. El convento de San José lo fundo Santa Teresa en 1569. Es la
calle de las monjas. Hoy son las franciscanas concepcionistas las que lo
ocupan. Llevan aquí desde que la santa dio orden en 1574 de que las descalzas
lo abandonaran. Todo, a raíz de la entrada en él de la enigmática princesa de
Éboli, a la muerte de su marido Ruy Gómez de Silva. Ella llamó a la orden
franciscana. No aguantó mucho más. Volvió a la vida civil y acabó encerrada en
palacio donde falleció. Intrigas en Madrid. El niño que pasa le pregunta a su
madre que es la misa. Nosotros le habíamos preguntado a ella si había tal. Cortinas
con Quijotes y Sanchos en su decoración. Los pájaros a lo suyo. Buscando el
fresco no hay sitio mejor que la Colegiata, muros recios para bajar la
temperatura. El órgano lo soportan dos encorvadas figuras de grandes manos. El rosario
adormece y el párroco cambio el negro por el blanco. A la hora de la misa
vestirá de verde. Abanicos y bastones. Blusas y vestidos de verano y pasos
cortes y torpes para alcanzar el altar. Se canta a la Virgen del Carmen con una
semana de adelanto. Madre mía, se le dice. Y madre mía, digo yo, cuando oigo
cantar a alguna de las señoras. Dios no le dio talento en la voz. Virgen marinera
en tierras tostadas al sol. Sale en procesión, la banda espera fuera y suena el
himno nacional. Muere un torero en la plaza y los mezquinos desbarran. La humanidad
se olvida en las redes sociales. Se confunde todo. La estúpidez sale a borbotones. Rabia de bárbaros que equiparan al animal con el humano racional. Ellos, irracionales, no alcanzaron el estado de humano. Se quedaron en la anécdota de la vida. En sus bocas de fuego y en sus mentes obtusas. Mas silencio y
mas respeto. Clamo yo. El silencio que acompaña a la virgen en su procesión. Al
son de tambor. En la plaza del ayuntamiento vuelan y vuelan los asilvestrados, hasta que la luz
se va. Y se hizo la noche. Unas tapas al aire libre que no fresco. Hora de
descanso.
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