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museo naval
La exposición se titula
Aliadas, sita en el Centro Centro del Palacio de Cibeles. Obras que giran en
torno a los derechos de las mujeres en el mundo. Organizada por la ONG Alianza
por la solidaridad. Obras en diferentes estilos y técnicas. Aunque el
denominador común sea denunciar o mostrar me voy a lo artístico y me quedo con
el retrato simple, “sin título” de Judith García-Talavera, ilustradora. De ahí,
a escasos metros, al Museo Naval, visita sin guía primeramente y después
guiada. Casi dos horas esta última. Él se llama Faustino, es muy mayor y no
para de hablar. Tiene pausas, para enlazar o hilvanar. De sala en sala, mas
centrado en contar historias que en “ver” lo que se expone. O aprovechando esto
último para desgranar sus conocimientos sobre el mar y la marina española.
Lecciones de historia, de náutica, de construcción naval, todo en uno.
Empezamos muchos y acabamos pocos. Descubrimos que irse al carajo significa
subirse a la torre de vigía, a lo mas alto del mástil mayor, lo cual no era
precisamente un premio. O como Carlos III convocó el concurso para dotar de
bandera a la marina de guerra del cual salió la bandera española. Y cómo Isabel
II adoptó como bandera nacional la enseña de un cuerpo militar. Todo para verse
mejor en el mar y evitar errores fatales. Entre abordajes y galeras va
desgranando Faustino sus citas, “lo que hace el aburrimiento bien aplicado”, o de
como los presos podían construir maquetas en su cautiverio. Descubrimos el
repostero de la casa ducal de Fernán Nuñez, o enorme lienzo pintado sobre vela
de embarcación turca de Lepanto. Obra de Francisco Meneses Osorio, discípulo de
Murillo. El pueblo cordobés de Fernán Nuñez tiene una copia que se cuelga en
las celebraciones religiosas. Historias de Trafalgar o Lepanto, y muestra de
mascarones de proa como el de San Telmo, domínico y patrono de los marineros. Aprendemos
que el mantón de Manila es chino en realidad, y que “la necesidad crea
compañeros de cama”. Expresión para mostrar la mala relación entre Colón y Juan
de la Cosa, lo cual no podía evitar que fueran indispensables el uno para el
otro. Nos detenemos en la joya del museo, la carta de este último, mapa
cartográfico, o arrumbado, que pretende plasmar los descubrimientos realizados
tras el descubrimiento del nuevo mundo y hasta 1500. Acabamos con la piedra
lunar, regalo de Nixon a Carrero Blanco. Cansados salimos. Atrás objetos,
pinturas y un enorme bagaje histórico. Faustino abandona el local, todo bien,
dice. Volverá.
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