martes, 19 de julio de 2016

museo naval


La exposición se titula Aliadas, sita en el Centro Centro del Palacio de Cibeles. Obras que giran en torno a los derechos de las mujeres en el mundo. Organizada por la ONG Alianza por la solidaridad. Obras en diferentes estilos y técnicas. Aunque el denominador común sea denunciar o mostrar me voy a lo artístico y me quedo con el retrato simple, “sin título” de Judith García-Talavera, ilustradora. De ahí, a escasos metros, al Museo Naval, visita sin guía primeramente y después guiada. Casi dos horas esta última. Él se llama Faustino, es muy mayor y no para de hablar. Tiene pausas, para enlazar o hilvanar. De sala en sala, mas centrado en contar historias que en “ver” lo que se expone. O aprovechando esto último para desgranar sus conocimientos sobre el mar y la marina española. Lecciones de historia, de náutica, de construcción naval, todo en uno. Empezamos muchos y acabamos pocos. Descubrimos que irse al carajo significa subirse a la torre de vigía, a lo mas alto del mástil mayor, lo cual no era precisamente un premio. O como Carlos III convocó el concurso para dotar de bandera a la marina de guerra del cual salió la bandera española. Y cómo Isabel II adoptó como bandera nacional la enseña de un cuerpo militar. Todo para verse mejor en el mar y evitar errores fatales. Entre abordajes y galeras va desgranando Faustino sus citas, “lo que hace el aburrimiento bien aplicado”, o de como los presos podían construir maquetas en su cautiverio. Descubrimos el repostero de la casa ducal de Fernán Nuñez, o enorme lienzo pintado sobre vela de embarcación turca de Lepanto. Obra de Francisco Meneses Osorio, discípulo de Murillo. El pueblo cordobés de Fernán Nuñez tiene una copia que se cuelga en las celebraciones religiosas. Historias de Trafalgar o Lepanto, y muestra de mascarones de proa como el de San Telmo, domínico y patrono de los marineros. Aprendemos que el mantón de Manila es chino en realidad, y que “la necesidad crea compañeros de cama”. Expresión para mostrar la mala relación entre Colón y Juan de la Cosa, lo cual no podía evitar que fueran indispensables el uno para el otro. Nos detenemos en la joya del museo, la carta de este último, mapa cartográfico, o arrumbado, que pretende plasmar los descubrimientos realizados tras el descubrimiento del nuevo mundo y hasta 1500. Acabamos con la piedra lunar, regalo de Nixon a Carrero Blanco. Cansados salimos. Atrás objetos, pinturas y un enorme bagaje histórico. Faustino abandona el local, todo bien, dice. Volverá.

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