domingo, 6 de septiembre de 2015

málaga-2



En Casa Aranda de calle Herrería del Rey se desayuna bien. Chocolate con porras al aire libre de un viernes que despierta. Tiempo para esperar que abran el museo Thyssen. Alberga sobre todo arte costumbrista del XIX. Majas, galanes, toreros, bandoleros, paisajes y escenas de ventas y bailes en patios. Mas paisajismo en forma de mares y puertos y un espectacular lienzo, a gran tamaño y oscuro en la tormenta, “Amenaza de naufragio”. Su autor, José Navarro Llorens, año 1894.  De Romero de Torres se exponen un par de lienzos, uno de ellos retrata a una monja de ojos grandes y expresivos. Sorprendente la sala de arte antiguo donde hay pocas obras pero sobresalientes. Una pareja de ángeles esculpidos parecen volar, lo llevan haciendo desde el XVII, de autor castellano anónimo. Y la pieza mas sorprendente está también colgada de la pared resaltando sobre el fondo blanco. Es un Cristo muerto que debió de formar parte de un conjunto sobre la deposición de Cristo. El resto de las figuras se perdieron. Anónimo italiano del XIII, sólo parece haber tres obras similares en el mundo, todas ellas en Italia. La composición es diferente, y la sangre se convierte en lágrimas rojas redondeadas. La exposición Días de verano es temporal y alberga esas fotos de bañistas de los años 20 y 30 y una extensa colección de obras de Sorolla. Playa y baños de diferentes museos y colecciones. El que se titula “Pillos en la playa” y que viene de Asturias presenta luz y sombras sobre cuerpos que juegan con las olas.
También espectacular es la Iglesia de los Santos Mártires Ciriaco y Paula, dicen que martirizados a orillas del río. Profusión de Vírgenes de bellos mantos en capillas ornamentadas que acogen a muchos devotos a estas horas de la mañana. Hacemos un tour gratuito de la ciudad (propina final es el precio) con Javier, un estudiante malagueño que nos cuenta historia y anécdotas en inglés al grupo internacional que hoy se ha reunido. Visitamos el mercado de las Atarazanas, con variedad de pescados, carnes y frutas. También bares. Volvemos a la bodega del primer día y me acuerdo de esas botellas de Málaga virgen. Siempre recordando. Será porque somos los mayores del grupo. Nos cuenta que el monumento que preside la entrada a la calle Larios presenta al Marqués del mismo nombre, en concreto, el segundo. En tiempos de la república, año 1932, la estatua fue arrojada al mar y sustituida por la alegoría del trabajo. Pasó ahí diez años hasta su recuperación y vuelta a lo alto del pedestal pasando el “trabajador” a estar a los pies del marqués. Acabamos el recorrido después de un par de horas en la Plaza de la Merced allá donde naciera Picasso y donde está enterrado el general Torrijos, objeto de traición en 1831 cuando intentaba derrocar a Fernando VII. Fusilado en la playa se le rinde homenaje a él y a sus compañeros con un monolito. Para comer elegimos un típico local de Málaga, el Pimpi, y nos subimos hasta lo mas alto, el Palomar de Picasso. Las raciones son abundantes y sabrosas, y el local de salones escondidos aparece lleno y sin hueco en las paredes para poner cualquier otro objeto decorativo, repleto de carteles, fotos y firmas de famosos. Las escaleras se toman al asalto por los camareros que literalmente corren con bandejas de comida. Se nos hace largo el camino posterior hacia la antigua Tabacalera, hoy edificios uniformes dedicados a museos, como el del automóvil y el ruso de San Petesburgo. Poca gente, muy poca en sus salas, para ver los iconos del XVI y del XVII, planos, poco expresivos y de colores en contraste. Abundan después los paisajes y retratos, y las escenas costumbristas, todas de autores rusos. Un par de obras interesantes, a gran tamaño. El lienzo de Karl Briulov (1799-1852), titulado “La muerte de Inés de Castro, esposa morganática de Don Pedro, el infante de Portugal”. Y el llamado “El ritual del beso”, de Konstantin Makovski (1839-1915), basado en una escena de El príncipe Serebriani, de Aleksei Tolstoi. Escenas de vanguardia, realismo social y aperturismo completan una muestra diferente y novedosa. Volvemos a tiempo de semana santa y buscamos el moreno Cristo que hacen desfilar los legionarios. Es una talla moderna, copia del de Pedro de Mena, quemado durante la República. El Museo de Arte Contemporáneo es gratuito y acertamos en su visita porque presenta una amplia exposición temporal del artista urbano americano Shepard Fairey, alias Obey. De fuerte impacto visual su obra se basa en rojos, negros y blancos para crear escenas o retratos de políticos, músicos o simplemente de personajes anónimos. De denuncia social en algunos casos. En la trasera del museo se puede observar un enorme mural realizado hace pocos meses por el artista. El resto, la colección permanente, fuera de lugar, prescindible. Calor, bochorno y mucha gente por las calles. Protestas de poco público, “ni toros en la plaza ni vacas en los platos”, algunas banderas de la CNT y otras verdinegras. En la calle Strachan (debe su nombre a un antiguo alcalde) cenamos en el Gorki, tostas y ración. Sigue la pauta de buen precio y abundancia. Las calles siguen atestadas en el último paseo.

No hay comentarios: