En Casa Aranda de calle Herrería del Rey se desayuna
bien. Chocolate con porras al aire libre de un viernes que despierta. Tiempo para
esperar que abran el museo Thyssen. Alberga sobre todo arte costumbrista del
XIX. Majas, galanes, toreros, bandoleros, paisajes y escenas de ventas y bailes
en patios. Mas paisajismo en forma de mares y puertos y un espectacular lienzo,
a gran tamaño y oscuro en la tormenta, “Amenaza de naufragio”. Su autor, José
Navarro Llorens, año 1894. De Romero de
Torres se exponen un par de lienzos, uno de ellos retrata a una monja de ojos
grandes y expresivos. Sorprendente la sala de arte antiguo donde hay pocas
obras pero sobresalientes. Una pareja de ángeles esculpidos parecen volar, lo
llevan haciendo desde el XVII, de autor castellano anónimo. Y la pieza mas
sorprendente está también colgada de la pared resaltando sobre el fondo blanco.
Es un Cristo muerto que debió de formar parte de un conjunto sobre la
deposición de Cristo. El resto de las figuras se perdieron. Anónimo italiano
del XIII, sólo parece haber tres obras similares en el mundo, todas ellas en
Italia. La composición es diferente, y la sangre se convierte en lágrimas rojas
redondeadas. La exposición Días de verano es temporal y alberga esas fotos de
bañistas de los años 20 y 30 y una extensa colección de obras de Sorolla. Playa
y baños de diferentes museos y colecciones. El que se titula “Pillos en la
playa” y que viene de Asturias presenta luz y sombras sobre cuerpos que juegan
con las olas.
También espectacular es la Iglesia de los Santos
Mártires Ciriaco y Paula, dicen que martirizados a orillas del río. Profusión de
Vírgenes de bellos mantos en capillas ornamentadas que acogen a muchos devotos
a estas horas de la mañana. Hacemos un tour gratuito de la ciudad (propina
final es el precio) con Javier, un estudiante malagueño que nos cuenta historia
y anécdotas en inglés al grupo internacional que hoy se ha reunido. Visitamos el
mercado de las Atarazanas, con variedad de pescados, carnes y frutas. También bares.
Volvemos a la bodega del primer día y me acuerdo de esas botellas de Málaga
virgen. Siempre recordando. Será porque somos los mayores del grupo. Nos cuenta
que el monumento que preside la entrada a la calle Larios presenta al Marqués
del mismo nombre, en concreto, el segundo. En tiempos de la república, año
1932, la estatua fue arrojada al mar y sustituida por la alegoría del trabajo. Pasó
ahí diez años hasta su recuperación y vuelta a lo alto del pedestal pasando el “trabajador”
a estar a los pies del marqués. Acabamos el recorrido después de un par de
horas en la Plaza de la Merced allá donde naciera Picasso y donde está
enterrado el general Torrijos, objeto de traición en 1831 cuando intentaba
derrocar a Fernando VII. Fusilado en la playa se le rinde homenaje a él y a sus
compañeros con un monolito. Para comer elegimos un típico local de Málaga, el
Pimpi, y nos subimos hasta lo mas alto, el Palomar de Picasso. Las raciones son
abundantes y sabrosas, y el local de salones escondidos aparece lleno y sin
hueco en las paredes para poner cualquier otro objeto decorativo, repleto de carteles,
fotos y firmas de famosos. Las escaleras se toman al asalto por los camareros
que literalmente corren con bandejas de comida. Se nos hace largo el camino
posterior hacia la antigua Tabacalera, hoy edificios uniformes dedicados a
museos, como el del automóvil y el ruso de San Petesburgo. Poca gente, muy poca
en sus salas, para ver los iconos del XVI y del XVII, planos, poco expresivos y
de colores en contraste. Abundan después los paisajes y retratos, y las escenas
costumbristas, todas de autores rusos. Un par de obras interesantes, a gran
tamaño. El lienzo de Karl Briulov (1799-1852), titulado “La muerte de Inés de
Castro, esposa morganática de Don Pedro, el infante de Portugal”. Y el llamado “El
ritual del beso”, de Konstantin Makovski (1839-1915), basado en una escena de
El príncipe Serebriani, de Aleksei Tolstoi. Escenas de vanguardia, realismo
social y aperturismo completan una muestra diferente y novedosa. Volvemos a
tiempo de semana santa y buscamos el moreno Cristo que hacen desfilar los
legionarios. Es una talla moderna, copia del de Pedro de Mena, quemado durante
la República. El Museo de Arte Contemporáneo es gratuito y acertamos en su
visita porque presenta una amplia exposición temporal del artista urbano
americano Shepard Fairey, alias Obey. De fuerte impacto visual su obra se basa
en rojos, negros y blancos para crear escenas o retratos de políticos, músicos
o simplemente de personajes anónimos. De denuncia social en algunos casos. En la
trasera del museo se puede observar un enorme mural realizado hace pocos meses
por el artista. El resto, la colección permanente, fuera de lugar,
prescindible. Calor, bochorno y mucha gente por las calles. Protestas de poco
público, “ni toros en la plaza ni vacas en los platos”, algunas banderas de la
CNT y otras verdinegras. En la calle Strachan (debe su nombre a un antiguo
alcalde) cenamos en el Gorki, tostas y ración. Sigue la pauta de buen precio y
abundancia. Las calles siguen atestadas en el último paseo.
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