Mirando es como se hacen las dos terceras partes de la filosofía.
Ortega y Gasset.
Los niños hacían libros viajeros. Éste es viajado, atravesó océano, y
de viajes. Fue en la librería Alcaná, un día de verano. Regalaban algún
ejemplar. Escogido de entre tanto volumen sobre mesa al sol. Un acierto. El autor
lo dedica y lo regala en la primera hoja. A una mujer, le brinda “estos
paisajes para que viaje por ellos sin pasaporte ni equipaje”. Firmado en Buenos
Aires, octubre del 74. El escritor vive todavía, nació por el 30, argentino de
familia valenciana, periodista y poeta, viajó a Europa, en el 59 y 67 y plasma
lo visto o lo sentido. No son viajes cortos. Inglaterra, Francia, Italia,
España y más. Viaje muy literario buscando huellas de Dickens, o Machado, o
Unamuno y Bécquer. Hablando y mirando. Describe a un español conformista,
satisfecho, patriota superficial. El episodio de su infancia allá en Argentina donde
revive el espectáculo al que le llevan sus padres, con seis años, donde actúa
Raquel Meller, no tiene desperdicio. El recuerdo de una flor y de unos “ojos
grandes, infinitos” es evocador y emociona. Delicioso el viaje con el autor,
disfruto, con sus palabras y descripciones. Y las siguientes enmarcan
todas las historias, o cómo ahondar sobre el significado de viajar:
“esa irresistible seducción de lo desconocido, esa sensación de
aventura que hay en todo viaje y que es lo único que puede consolarnos del
imposible regreso al país profundo de la infancia”.
Los viajes y los días. Antonio Requeni. 1969
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