Ahora que la música se escucha en streaming es hora de volver la vista
atrás, a esa estantería que alberga cientos de CDs que ya no se abren ni se
tocan. Guardan miles de melodías y también letras en carátulas repletas de
dedicatorias y comentarios, a la par que infinitos nombres de músicos,
anónimos, fuera del foco y protagonismo del principal reclamo. Todo un mundo
por descubrir, ausente en la descarga que nos llega por cable y aire. A veces
son descubrimientos, otras son olvidos, o descuidos memorizados sin pasión. Como
que Duncan Dhu fueron tres componentes en origen. Como que Dover dedicó su
Follow the city light de 2006 a Manolo Mené o cómo que la inmortal “Oh Carol”
estaba dedicada por Neil Sedaka a Carole King. Dicen que hay melodías que no se
olvidan. Incluso modifican vidas. Recorrer la caratula de Time Flies, de Oasis,
con los comentarios de sus admiradores es una muestra de ello. Música inspiradora,
de aquí y de allá, universal o local, para subir espíritus o acompañar almas
errantes. En lo bueno y en lo malo. ¿Quién dijo eso?
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