jueves, 4 de junio de 2015

pessoa y lisboa



Las huellas de Pessoa son continuas en Lisboa. Desde la estatua en el exterior del café A Brasileira donde la gente se sienta en su regazo o a su lado hasta el merchandising que inunda tiendas de recuerdos. Hay que leer a Pessoa. Buscadlo en Lisboa, pero buscadlo también en cualquier lugar del mundo. Al protagonista de un libro que desasosiega por su soledad. Gente fuera del mundo la hay en cualquier sitio. Pero imaginad a Pessoa paseando, subiendo o bajando al Tajo, mirando el cielo o escuchando los pájaros o reposando en uno de esos parques mínimos escondidos.
La tumba del autor aparece de repente en el Monasterio de los Jerónimos, y su figura vuelve en placas que recuerdan que visitaba tal café, o en marca páginas de colores o sin color. En pinturas de calle. O en la casa donde vivió, convertida en museo. O en lo que pone en su tumba, “No, no quiero nada”. O en el lugar donde fue bautizado o en la casa donde nació, 1888. Pessoa para leer y disfrutar, homenajeado en su ciudad.

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