Hace frío y luce el sol en Palencia, viernes, 5 de diciembre. El Carrión,
río que atraviesa la ciudad, cruzado por puentes de piedra y otros mas nuevos. Parques
en su orilla para solaz y disfrute, y para que las hojas caídas tapicen el
suelo. Vida de provincias en día laborable. Se va de un lado a otro, se hacen
gestiones, se trabaja o se vuelve a casa a comer, o se toma algo antes. Paseamos
buscando el sol. Damos la primera vuelta, vemos la Iglesia de San Agustín, de
recargado retablo y cúpula de yesería barroca. La plaza Mayor presenta
soportales y árboles podados. Bancos, árbol de navidad metálico con luces
apagadas y belén. Nos preguntan unos señores que quién es la que parece llevar
una jarra de agua al inexistente Jesús, lo pondrán cuando nazca. Pastora decimos.
Mujer del pastor de la oveja, apuntan ellos. La descripción de la escena parece
clara a no ser que se venga de otro mundo. Quizás son aliens venidos de lejos
con piel de humano. La plaza la preside una escultura del imaginero Alonso
Berruguete, nacido en Paredes de Nava. La Catedral también tiene plaza o
espacio abierto despejado, visitada hace años y olvidada por ella luce al aire
y a la luz del mediodía. Buscamos acomodo para comer y lo hacemos desde un
segundo piso con vistas a la calle Mayor y a la escultura de título Mujer, que
dicen representan a la mujer palentina, representada con formas redondas y
abundantes, expresión de la fuerza de ellas. El bar lleva por nombre Casero y
la barra reluce de pinchos y fritos. Excelente el menú, de 12 euros, abundante
y con calidad. Quizás sólo chirría la decoración, llena de cuadros y
representaciones budistas, sorprendente. Nos sentamos al sol como lagartos,
antes de que se caiga y desaparezca. Se apura el mal llamado mediodía. Las calles
se van vaciando y sólo quedan los aperitivos tardíos que quizás eliminen la
comida. La puerta del Obispo no está restaurada, son las cuatro, entrada de la
Catedral, visita guiada, esperamos a la monja, sudamericana. Tímida, desgrana
su discurso, una hora de visita. La monja habla de arte y evangeliza también. Visitamos
la cripta, las naves y el museo. Sólo por ver el martirio de San Sebastián, del
El Greco, merece la pena la visita. Visto este año en Toledo, aquí sigue siendo
una obra maestra, de cuerpo desproporcionado, de colores tenues, aprendemos que
no murió asaeteado, tuvo un doble martirio. El retablo muestra al santo
Antolín, que da nombre a la Catedral, obra de Gregorio Fernández. Allí está el
sepulcro coloreado de Doña Urraca. Impresiona el retablo, así como el trascoro,
donación del Obispo Juan Rodríguez Fonseca. También una curiosidad, el
anaformismo de Carlos V. Rectangular cuadro que no muestra nada excepto que se
mire por un agujero en su borde, y entonces se verá la imagen del emperador. Finalizamos
la visita guiada viendo al papamoscas dar las cinco campanadas. La monja se va
a sus tareas y hacemos un esfuerzo por ver algunas capillas. Pero el frío, aún
dentro, arrecia. Descansamos y paseamos, gente en la calle, ambiente de Navidad,
pista de hielo, luces,…., y gente. Tomamos un par de buenas raciones en el
Chaval de Lorenzo, mesón Taurino y seguimos paseando hasta decidir meternos en
el cine. Dos euros treinta menos que en Madrid cuesta la entrada. Poca gente,
y buena película, Magia a la luz de la luna, de Woody Allen. El universo
amenazante, brillante escena en un observatorio astronómico. El amor al
rescate. El amor que gira para salvar al protagonista de sus miedos racionales.
Los diálogos de Allen no defraudan. No me aburren. Hay magia, real y figurada
en la película. Quizás me defrauda un poco el doblaje. ¿Forzado? El amor, real
e imaginario, da sueño. Ella despierta con los títulos, blancos sobre negro. Broche final al
día. A dos pasos del hotel, al frío ya no le da tiempo a perseguirnos.
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