Me pregunto si alguien estuvo allí para verlo. El reloj se paró, el
sonido se apagó. Guardar el tiempo en una botella, imposible. Detenerlo,
imposible. Sentarse a la orilla del océano, posible. Y soñar un tiempo muerto,
parado, soñar con una extensión de aquello que se nos escapa de las manos
segundo a segundo. En los alrededores del Golden Gate, SF. Frío en la bahía.
domingo, 9 de noviembre de 2014
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