Más Évora. Desayunamos entre soles y sombras tras la tormenta de la
noche. Cafetería en Plaza Giraldo, la torrija sabrosa. Una ascensión breve de
escalera de caracol estrecha nos lleva a la torre de la Catedral. Suenan las
campanas. Buenas vistas. Un escaso rayo de sol nos permite comprobar que el
reloj de sol de 1810 funciona. Son las nueve, hora solar. Recorremos el amplio
tejado y bajamos al claustro. Llegan hasta él los ecos de un órgano, acaba la
misa. Naranjo verde y fruto verde. Paz y sosiego en lugar destinado a girar en
meditación y oración. Mandarinas también verdes. Los frutos conservan las gotas
que no quieren caer. Se puede caminar por la techumbre del claustro. Sorprende encontrar
baños y máquina de refrescos. El único ruido del lugar. Los paseantes paseamos
los mismos pasos. Entrada a la Catedral. Imponente. Sigue sonando el órgano. Dicen
que ya sonaba allá por 1584, en la recepción a la primera embajada de Japón en
Europa. Destaca el conjunto escultórico de la anunciación. A un lado del
pasillo, el ángel. Al otro Nuestra Señora de la O, con amplios ropajes y
colores. Lienzos y tablas, muchos sin marcos y apenas restaurados. El Museo de
arte sacro se encuentra en las instalaciones del antiguo colegio de jóvenes del
coro. Las celdas y pasillos exponen pintura y escultura. Cada celda tiene su
ventana y su asiento para ver el cielo móvil o inmóvil. Blancura por doquier. Sorprende
la Virgen del Paraíso o Abridera. Se trata de un tríptico en marfil de la
Escuela francesa del XIV, regalo de Isabel Alfonso a las religiosas dominicas
del convento del Paraíso. Dentro aparecen escenas de la vida de la virgen, todo
en pequeño tamaño. Interesante un poco restaurado Descendimiento de Lourenco de
Salzedo (1530-1577). Otra obra, ésta de Gregorio Lopes (1490-1550) merece la
atención, se trata del Descubrimiento de la cruz. En la misma sala se guarda el
relicario de la Santa Cruz, que dicen tiene un trozo del madero traído en el
siglo XIII y portado por Alfonso IV en la Batalla del Salado. Volvemos al paseo
por esas calles estrechas de paredes blancas y bajos amarillos. El patio de la
Pensión Policarpo ofrece una escena que empuja a cambiar de alojamiento. El también
patio de San Miguel refulge al sol. Ahí está la Fundación Eugenio de Almeida y
en uno de los edificios el Museo de carruajes. Visitamos la Iglesia de San Juan
Evangelista o Loios. Las paredes todas decoradas con azulejos blancos con
representaciones de escenas en azul. Lugar de enterramiento de duques y
familias. Dos
escotillas abiertas en el suelo dejan ver huesos y cráneos de monjes y un foso con
agua, antigua cisterna del antiguo castillo árabe. Allí está enterrado Rui de
Sousa, embajador portugués ante los Reyes Católicos y firmante del tratado de
Tordesillas. En un blanco edificio, antigua sede del Tribunal de la
Inquisición, llamado hoy Forum, se expone arte moderno. En la entrada nos
explican amablemente el contenido. Expone Marta Palau, artista española
exiliada en México, arte con reminiscencias indígenas más un homenaje a Lázaro
Cárdenas, presidente mexicano, con dibujos y textos sobre la acogida a los
exiliados republicanos. En la sala principal, de techo de madera con cruz,
espada y árbol se expone una cascada de papel, tela y algodón.Tomamos un tentempié en los jardines de
Diana. No llueve y acarreamos paraguas y chaquetas. El Museo de Évora es un
espacio interesante. Abajo escultura del XIX y XX. También tumbas de la edad
media, restos arqueológicos romanos y árabes. Objetos de todo tipo, estelas funerarias.
Fantástico un Sileno en mármol, dios menor de la embriaguez, del II d.C. Admirable
también el Efebo en bronce del periodo romano. En la planta de arriba hay
pintura. Interesante colección de tema religioso. Un cuadro a destacar, el de
Nª Sª de Gracia, Santa Julita y San Guerito, obra de Francisco Henriques,
pintor flamenco activo en Portugal a primeros del XVI. Ya más adelante en el
tiempo aparece un Retrato de joven de Joaquim Manuel de Rocha, 1727-1786. Y ya
en el XIX el escultor Antonio Teixeira (1866-1942) presenta obras como La
lucha, o pelea de niños. Volvemos al pasado mas remoto. Viajamos en coche entre
alcornoques y luego caminando por tierra hasta el monte de los almendres donde
entre olivos aparece un menir de unos tres metros largos que quiere ser una
manifestación artística inspirada en la figura del hombre. Con el cielo de
Springfield por testigo seguimos camino hacia el recinto megalítico de los
almendres, el más grande de la península. 2000 años mas viejo que Stonehenge,
dice la información. La gente abraza las piedras redondeadas. Yo me siento,
cansado, no siento la energía. Los antiguos pobladores de la tierra rindiendo
tributo quizás, pensando, seguro que implorando, buscando siempre, ahora y
entonces. El acueducto, mas moderno, se cruza en coche, y acercándonos a la
muralla paramos en un Lidl. Domingo tarde y gente de compras. Cenamos en el
Café Alentejo. Bonito, rojiblanco. Champiñones fríos, deliciosos, espárragos verdes,
cocidos y fritos. Y como no, un bacalao Bras, mas delicioso aún. Nos sentamos
después en la plaza del ayuntamiento. Desde ese balcón se proclamó el 5 del 10
de 1910 la República Portuguesa. Marco incomparable con iglesia de rosa al
final y blanco frontal, caprichos de iluminación. La simetría se pierde por
sombras oblicuas de luces que entran de otro lado. Un artista danza en un cubo,
aburrido, sólo lo salva la música. Después guitarra y marioneta, extraño, me
quedo con las sombras que llenan la noche.
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