Tiene el autor una calle en Madrid, ahí al lado de la estación de
Chamartín. Escritor y diplomático, falangista de afiliación. Dicen que ésta es
su obra mas conocida. La compro en Vitoria, mercadillo, con postal de marca
páginas de un Benidorm de vistas parciales y antiguas. Tres partes noveladas,
el fín de la monarquía, la república y la guerra civil, con Madrid como telón
de fondo. Muchos personajes. Pueblo y aristocracia. Viviendo bajo los cambios. Hay
ritmo siempre, la novela se encaja en el paisaje urbano. La tercera parte, Hoz
y martillo, es dura. Descarnada. Centrada en el Madrid de los desmanes,
bombardeos, la búsqueda de los falangistas, las denuncias, los juicios sin
garantías, el miedo, los paseos. Descripciones atroces, de odio y sin razón. No
se habla del sufrimiento del otro pueblo, del bombardeado. Se centra en los
suyos, toma partido, escrita en caliente, aunque a distancia del frente, en
Salamanca, publicada en 1938. Quizás le faltó la distancia, el corroborar que sobre la guerra se pueden poner millones de ojos, conjunto de observadores
entrelazados; la mayoría no
deseaba luchar, confiados en el buen hacer de los que mandan. Confiados unos,
insensatos otros, desbordados los más. Sus opiniones sobre los personajes
reales son lapidarias. Los gobernantes republicanos no quedan muy bien parados.
Azaña por ejemplo. Tengo una imagen de mi infancia de alguna conversación de
adultos donde salió su nombre. Estaba asociado al demonio. He leído su vida
entera, sus diarios y no encuentro a ese diablo. Como mucho a un personaje
vencido por el desencuentro y el odio de sus semejantes. Califica Foxá a los
del bando del gobierno no de marxistas sino de envidiosos y rencorosos. Hay espacio para lo más grande. Telón de fondo. El amor
pasea por las páginas. Triunfante en la dificultad, casi milagroso. Luz que no
ilumina el túnel. Pesar amargo al terminar.
Madrid, de corte a checa. Agustín de Foxá. 1938.
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