viernes, 29 de agosto de 2014

el pardo



En día jueves de visita gratuita en horario de tarde a los museos del Patrimonio Nacional nos vamos decididos al Convento de la Encarnación, aledaños del Palacio de Oriente. Nos quedamos a dos personas de lograrlo, grupo cerrado ya para la última visita guiada de la tarde. Los turistas lo inundan todo. Cambio de planes; improvisando nos acercamos al El Pardo. Palacio de caza, de invierno, para deleite de los monarcas y nobles. Mandado construir ya por Carlos V, es actual punto de estancia para los jefes de estado foráneos que nos visitan; y pasará a nuestra memoria particular, la de mi generación, por haber sido la residencia de Franco y familia durante 35 años, es decir durante todo el periodo de la dictadura. Imágenes del NODO en la memoria, recepciones y niños alrededor de un señor de uniforme y traje que envejecía en blanco y negro. Hay que esperar un poco a que se haga mas grupo. También la visita es gratuita y guiada. Alrededor de una hora de recorrido de salas y patios. Las paredes nunca hablan, sólo son piedras y tabiques que separan confidencias, decisiones, vidas y muertes. En una de ellas, convertida en capilla muere Alfonso XII. En otras muchas vive el dictador y decide sobre vidas y quehaceres de millones de españoles. Se visita el despacho, su dormitorio de dos camas separadas y flexos de oficina antigua sobre mesillas, también el comedor familiar con mantel blanco. Y el gran salón de los consejos de ministros, el aire lleno de deliberaciones. Todo queda envuelto en tapices que seguro mejorarían la acústica y darían calor a un entorno que se antoja grande para tan corta familia. Tapices coloridos y frescos en techos, cielos que quizás se invoquen desde la mesa de despacho. Dioses y ángeles que gravitan inmóviles sobre los presentes, ajenos a las decisiones de un ser imbuído de superioridad que todo lo disponía. Lejanas la urnas todavía. A pesar del aire acondicionado, disimulado en salientes del techo, las guías se abanican constantemente. Pasamos por el antiguo teatro, sala de cine en la última época, lujo al alcance de unos pocos. Lámparas que iluminan y relojes que marcan las seis de la tarde, desacompasados. Mobiliario de regalos reales, sillas de todo tipo y condición. Un par de lienzos que destacan, el retrato de Isabel la Católica, de Juan de Flandes, pintor de su corte, retrata a una reina ya mayor, no tan atractiva como la televisiva. Y una Virgen con el niño de Luis de Morales. En el exterior la capilla, sin luz y sin acceso mas allá de un cordón. Ya afuera del recinto nos dirigimos a visitar el Cristo del Pardo, sito en el convento de los capuchinos de Nuestra Señora de los Angeles. En lo mas alto del pueblo volvemos a ver la talla del Cristo yacente, obra de Gregorio Fernández. Estuvimos allí hace algunos años, rodeados de niños. Es un encargo de Felipe III para conmemorar el nacimiento de su hijo en 1605. Escultura de singular dramatismo, se presenta en una elevada urna a la que se accede por una pequeña escalera. El convento se encuentra rodeado de monte y allí se acercan a la valla un cervatillo digno de Bambi, con motas blancas y un negro jabalí que devoran, manteniendo la distancia, trozos de pan lanzados por un niño y su padre. Ya de vuelta, El Pardo enlaza con Madrid por carretera que atraviesa monte en riesgo de incendio, tal es la sequedad del entorno. Un Madrid que se expande en nuevos barrios, como el de Monte Carmelo, que parece dotado de vida propia y que ofrece terrazas en calles y esquinas para solaz de propios y ajenos. La brisa del final de la tarde se agradece ante la contemplación de la vida diaria.

No hay comentarios: