Cola para acceder, hace calor, el sol castiga. Dos horas de visita gratis,
sábado de Agosto. Antiguo Hospital, amplio patio con árboles y agua, luz que
anega los pasillos con grandes ventanales, cuatro pisos, espacio enorme, con
añadido posterior. De centro curativo a centro artístico, hoy Museo Reina Sofía,
ex reina. Centro de arte tan inmenso que parecen faltarle obras para rellenar
espacios. Laberinto de pasillos y salas, escaleras antiguas y ascensores
modernos, pasarelas que conectan con un adosado de tiempos cercanos. Todo
quiere ser moderno y lo que no lo es no parece vender. Hay de todo en el arte
llamado contemporáneo. Hay tomaduras de pelo y hay cosas que emocionan. Dos ordenanzas
escoltan el gigante Guernica, los espectadores escuchan audio guías o
contemplan. Los empleados gritan que no se hagan fotos. La tienda del museo
alberga todo lo que usted quiera comprar sobre el famoso cuadro. No estoy de
acuerdo con esa idolatría del arte que señala, marca y designa de por vida, lo
bueno y lo malo. Pero no soy crítico, ni entendido, soy humano, y como tal,
nada humano me es ajeno, y no capto ni rastro de humanidad en los grises de
Picasso. Sí lo hago en la sala adjunta. El cuadro se titula Madrid 1937. Tiempos
de guerra, de asedio y bombas. Y 3 madres llevan hijos y una abuela reza y un
seno que se muestra al aire, de madre que emerge de una blusa a medio vestir, y
dos puños en alto, y rabia. Son de carne y hueso, lo parecen. Obra para el
recuerdo. El autor se llama Horacio Ferrer (1849-1973). En la búsqueda de algo mas encontramos el
Cristo de la sangre, de Ignacio Zuloaga (1870-1945), obra de ámbito de Semana
Santa, donde la figura del Cristo se encuentra al nivel de los hombres, incluso
alguien lo atisba desde mayor altura. Luces y sombras en un cuadro que asombra.
Y acabo con Rosario de Velasco (1910-1991) y su Adán y Eva, vestidos en fondo
verde, tendidos. Una delicia, a diferencia de lo que se ve en otras salas donde
casi da miedo entrar. Para gustos dirán. Alguien dijo que el principal enemigo de la creatividad es el buen gusto, fue Picasso. Definase buen gusto. Afuera bajó el sol, Madrid se mece
bajo la brisa y paramos en el Brillante de la glorieta de Atocha, instalados
desde 1961, el sitio conserva ese aire de decadencia, de arreglos nunca hechos,
de cristales de cafetería o bar de los 70, de carteles de a metro de bocadillos
de calamares o de tortilla con callos, de publicidad desmesurada, con género
que sabe bien y deja sed. Al cabo de unas horas volvemos a la zona, es Domingo,
al lado de la Glorieta se encuentra la Basílica que alberga la pequeña y negra
Virgen, muy venerada. Es casi horario de misa de 12. En el edificio de al lado
el Panteón de los hombres ilustres, monumentos funerarios de antiguos
presidentes, algunos de Benlliure, con restos de Dato, Canalejas, Sagasta,
Canovas….y mármoles y piedras blanquinegras. Espacio también vacío, y lánguido,
sin visitantes, con ordenanza aburrido, gratuito el pase. Paseamos hasta
Pacífico, locales cerrados por vacaciones, y otros abandonados, la crisis de
siempre. La calle paralela, Granada, la recorremos de vuelta, sucia y
abandonada, con restos caninos y quizás humanos, huele a ciudad sucia que no ve
el agua desde hace tiempo, ni cae del cielo ni de la manguera del ayuntamiento.
Crisis y algo más. Dejadez también en el parque que se sitúa enfrente del
Gobierno Militar en el Paseo de la Reina Cristina. Allí se erige un casi tapado
por la maleza de los árboles monumento en honor del General Vara del Rey y los héroes
del Caney, muertos gran número de ellos en la defensa de una posición en Cuba
ante las tropas norteamericanas. Disparando a la nada, a enemigos imaginarios, sordos
ante el tráfico cercano que va aumentando, se acaban las vacaciones para
muchos.
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Hace 2 semanas
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