sábado, 26 de julio de 2014

catedral vieja


Santa Misa en la Catedral de Santa María, las 12 horas, XVI domingo de tiempo ordinario. La Catedral Vieja, con mayúsculas, vuelve al culto después de largos años de restauración con el objetivo de evitar problemas mayores. Alta y esbelta en su pasillo principal, piedras blancas, vidrieras con colores que dejan pasar la escasa luz del día de hoy. Iluminación artificial con lámparas de nuevo cuño, sin desentonar. Y abarrotada, de fieles y hasta de turistas. Al acabar, 45 minutos mas tarde, los asistentes curioseamos por capillas y recovecos. Algunas tallas y cuadros. Destaca lo que parece un descendimiento que fotografío. Descubro a posteriori que es obra de Gaspar de Crayer, pintor del XVI-XVII, y lleva por título Lamentación sobre Cristo muerto. Yo he estado muchas veces en esa iglesia y en los alrededores, escenario de juegos. Calles oscuras y cuestas empedradas. Pero no recuerdo sus paredes de ahora. Tengo la imagen de una piedra mas oscura. Remozada, conserva todo el encanto de lo antiguo. El sermón sin mayores novedades, directo a las conciencias, siembre usted mas trigo que cizaña, así de simple. Sin emoción. Las emociones son de película, la realidad es mas de actuar, en verdad, y sin cámaras ni escenarios. El canto de comunión que abarrota la visita al altar dice que el atardecer de la vida me examinará del amor, por dos veces, mientras suena el órgano. El recinto está lleno de atardeceres. La paz también es tumultuosa, de paz que se desea a derecha e izquierda, hacia adelante o hacia atrás, entre la agonía de los conflictos, los de siempre y los nuevos, irresoluble el problema de la violencia, fin. En la Plaza España, para mí, defecto de infancia, o Nueva para los nuevos, mercadillo de viejo, habitual de festivos y antiguo. Pequeño y casi triste. Compro un par de libros. Suena la música en una esquina de la plaza, jazz de ese improvisado que no hace melodía, todo es música, pero ésta me aleja de la mía, echo de menos una voz que ponga freno al desmadre instrumental. Sigo el paseo con mi madre hasta llegarnos al Marañón, calle Olaguibel, dando servicio desde 1960, cocina tradicional en local reformado y ampliado. Caminamos a casa, Vitoria en la hora del café o siesta está vacía. Es tiempo ordinario también.

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