sábado, 26 de julio de 2014

arte


Miraba ayer con otros ojos los grafitis que abundan en la M40, en antesalas de túneles o en paredes inverosímiles, sorprende la aventura en la que se embarcan los realizadores, y el riesgo que asumen. Existen pinturas o pintadas que difícilmente se olvidan, hay una en Cercas Bajas, calle de Vitoria, que habré visto cientos de veces, lleva ya mucho tiempo ahí en muro que nadie toca,  y que no se les ocurra, es una cara de tonos grises y mano donde apoyarse, parece mayor la mano, mas que la cara, la vista, los ojos subyugantes, triste expresión cuando la busco en google. Arte también, por supuesto, o arte por encima de todo. De esto va el libro, de grafiteros envueltos en esa palabra inglesa que llaman thriller. Aventura, misterio, diría yo. El libro se deja leer, de letra gorda, lectura rápida, pesadas a veces las disquisiciones sobre lo que el arte es o no. Lo que llame a cada uno, diría yo, lo que emocione a cada cual, lo que consiga arrebatar un suspiro o cortar el aire por unos segundos, o lo que le haga pararse a contemplar, o lo que le haga reflexionar. El arte viaja dentro de cada uno. Conocí hace poco a la autora de la portada, fotografía de Victoria Iglesias, vendía su arte en forma de imágenes en un puesto callejero en el mercado de las ranas en Huertas. Talento y búsqueda permanente de nuevos enfoques. Vuelvo al libro, no pasará a mi historia, no lo conservaré, pero deja su poso en forma de recordatorio permanente en calles y cierres, en tapias y en todo aquello que sea susceptible de ser modificado o embellecido, o discutido por la mano del artista.
El francotirador paciente. Arturo Pérez-Reverte. 2013.

No hay comentarios: