Es miércoles día 23 de abril, un nuevo día del libro, y nos acercamos
a Urueña, provincia de Valladolid, declarada como villa del libro. Pueblo
pequeño, amurallado y que a pesar de ser hoy el día de la fiesta de la
comunidad no recibe las visitas esperadas ni parece haberse preparado el día como
se merece. Aunque el tiempo, nublado y fresco, no acompañe, las calles se
presentan con presencia escasa y la plaza que alberga los puestos para la
ocasión luce pobre, sin música y sin público. Sólo un par de autobuses
segovianos llenos de familias da voz a las calles. Con éstos iniciamos una
visita al centro e-Lea o Miguel Delibes que alberga una exposición temporal
sobre “los recuerdos de papel”. Recuerdos que nos dicen mucho a nosotros en forma de tebeos, recortables,
cromos, etc., pero que dicen poco a los niños que corren o chillan por las
salas sin prestar mayor atención. Es cierto eso de que los tiempos han
cambiado. Con ese mismo grupo hacemos una ruta teatralizada por el pueblo
visitando los puntos mas característicos y en la que los dos bufones se
multiplican para intentar arrastrar e interesar a los mas pequeños. Poco más
ofrece la villa excepto las librerías, visitamos cuatro de ellas que ofrecen
mucho libro para tan poca demanda. Tras la compra de un ejemplar buscamos un
sitio para comer y lo hacemos en el Portalón donde los tiempos parecen
diferentes. No hay prisa y el local solo lo atiende una persona, con lo cual
hacemos un poco de autoservicio; la ayuda llega poco a poco pero sólo la
sorpresa y paciencia de los comensales hace que no se produzca un motín ante la
desorganización y falta de previsión de la dueña, que no parece inmutarse. No obstante,
las tapas están buenas, y se da por buena la experiencia. En busca de aventuras
mas excitantes iniciamos camino en el coche y nos aventuramos a llegarnos al
Monasterio de la Santa Espina, la decisión merece la pena. Se funda en el siglo
XII por monjes cistercienses llegados de Francia y desde finales del diecinueve
alberga una escuela de capacitación agraria todavía en funcionamiento hoy en
día para mas de 100 internos de lunes a viernes. Esto nos lo cuenta uno de los
hermanos de La Salle que en una visita guiada muy amena nos ilustra sobre la
historia y la arquitectura. Se le nota al señor que le sobra el conocimiento y
que es ducho en el arte de contar, nos habla profusamente y con detalle,
conocemos la existencia de la escalera de noche para que los monjes pasaran de
la iglesia a las habitaciones y de la de día para que fueran al claustro. Se venera
un trozo de la corona de espinas de Cristo, que sólo se saca en Viernes Santo. Una
de las capillas alberga las tumbas de Rafael Cavestany y esposa. Él, ministro
de Agricultura con Franco, impulsó la creación de un pueblo al lado del monasterio,
como parte de la tarea del Instituto Nacional de Colonización de contribuir al
desarrollo agrario. En las campas de Villalar de los Comuneros se celebra el
día de la región, o por lo menos una parte del arco político más a la izquierda
se da cita allí. Hay comida, bebida, puestos y música en campas con bastante
público que canta en carpas al grito de
Castilla libre o comunera, que canta la Internacional puño en alto, o que
asiste a un concierto de música popular. Mucha gente joven englobada en
agrupaciones tan atomizadas que es difícil que puedan llegar a tener
representación en las instituciones. Acabamos el día en Tordesillas donde
buscamos posada, encontrándola en el hostal San Antolín, habitación limpia y
barata, abuhardillada. Creemos ser los únicos clientes. Caminamos por el
pueblo, calle principal arriba y abajo, que atraviesa la bonita plaza
porticada. Entramos a la iglesia de San Pedro y terminamos de oír la misa. Mas tarde
nos contarán que es esta la única parroquia activa. La otra, de Santa María, se
abrirá en verano y se cerrará ésta. En su día los fieles se repartían y hasta había
competencia entre párrocos, hoy los fieles no dan para llenar dos templos. Dimas
y Gestas, crucificados, están de espaldas al altar. Cinco imágenes en urnas a
la izquierda del altar dan un toque diferente a la iglesia. El evangelio habla
del encuentro de Jesús con los de Emaús. “Quédate con nosotros, que atardece y
el día ha decaído”. Palabras para la reflexión. El Duero se muestra imponente
desde lo alto del pueblo, ancho y caudaloso. En un pequeño parque se encuentra la
escultura de Juana la Loca y otra dedicada a ella y a todos los que hirió el
amor. Es el título de la obra de Humberto Abad, escultor burgalés, en la que
dos manos parecen querer abrir el gran tronco de pino donde permanecen
encerradas. Cenamos y el fútbol llena los locales con tele y vacía los que no
tienen el canal de pago. El pueblo se recoge. No madruga Tordesillas al día
siguiente y a las nueve solo tiene un bar abierto en la plaza mayor. Llueve y
desde nuestra ventana vemos tres torres de iglesias. La lluvia de abril es
agradable y templa el día. Pueblo de 8500 habitantes me dice el posadero, pero
parecen 300 cuando aprieta el frío y las calles se vacían. Pueblo que alcanza
su cenit turístico en Septiembre cuando el toro de la Vega congrega locales y
curiosos. Hacemos una visita guiada en grupo de cuatro al Real Convento de
Santa Clara. Ocho monjas lo habitan todavía; visitamos Iglesia, refectorio,
sala capitular, sacristía y otras dependencias. El techo mudéjar de la Iglesia
es lo más destacado. Rápida visita al museo del tratado firmado en el Palacio
del mismo nombre. La exposición es pequeña, un par de salas donde diversos
paneles ilustran el reparto del nuevo mundo entre españoles y portugueses. Finalizamos
la visita a Tordesillas en el museo de arte sacro de San Antolín. Dicen que
Juana la loca venía aquí a oír misa desde su encierro en el entonces adyacente
Palacio, hoy desaparecido. Interesante visita, estamos solos, no hay apreturas
y el entorno respira paz. A destacar el calvario de Juan de Juni que forma
parte de un gran retablo. También una talla de Cristo crucificado, de Francisco
del Rincón (1567-1608), y la obra maestra, la pequeña talla de la Inmaculada, de Pedro de
Mena. Subimos las escaleras de la torre que acaban en asiento para dos. A la
izquierda abrimos la puerta que da a la terraza desde donde se divisa una
magnifica vista de la vega del Duero. Ajenas a todo, las cigüeñas trabajan en
el mantenimiento de sus nidos. Volvemos a casa con parada en Rueda para comer
un abundante menú del día en el restaurante Tejo. Subimos el alto de los Leones
entre el vaho que despide la carretera. Perseguimos a la tormenta pero nunca la
alcanzaremos.
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