domingo, 4 de mayo de 2014

urueña y tordesillas



Es miércoles día 23 de abril, un nuevo día del libro, y nos acercamos a Urueña, provincia de Valladolid, declarada como villa del libro. Pueblo pequeño, amurallado y que a pesar de ser hoy el día de la fiesta de la comunidad no recibe las visitas esperadas ni parece haberse preparado el día como se merece. Aunque el tiempo, nublado y fresco, no acompañe, las calles se presentan con presencia escasa y la plaza que alberga los puestos para la ocasión luce pobre, sin música y sin público. Sólo un par de autobuses segovianos llenos de familias da voz a las calles. Con éstos iniciamos una visita al centro e-Lea o Miguel Delibes que alberga una exposición temporal sobre “los recuerdos de papel”. Recuerdos que nos dicen mucho  a nosotros en forma de tebeos, recortables, cromos, etc., pero que dicen poco a los niños que corren o chillan por las salas sin prestar mayor atención. Es cierto eso de que los tiempos han cambiado. Con ese mismo grupo hacemos una ruta teatralizada por el pueblo visitando los puntos mas característicos y en la que los dos bufones se multiplican para intentar arrastrar e interesar a los mas pequeños. Poco más ofrece la villa excepto las librerías, visitamos cuatro de ellas que ofrecen mucho libro para tan poca demanda. Tras la compra de un ejemplar buscamos un sitio para comer y lo hacemos en el Portalón donde los tiempos parecen diferentes. No hay prisa y el local solo lo atiende una persona, con lo cual hacemos un poco de autoservicio; la ayuda llega poco a poco pero sólo la sorpresa y paciencia de los comensales hace que no se produzca un motín ante la desorganización y falta de previsión de la dueña, que no parece inmutarse. No obstante, las tapas están buenas, y se da por buena la experiencia. En busca de aventuras mas excitantes iniciamos camino en el coche y nos aventuramos a llegarnos al Monasterio de la Santa Espina, la decisión merece la pena. Se funda en el siglo XII por monjes cistercienses llegados de Francia y desde finales del diecinueve alberga una escuela de capacitación agraria todavía en funcionamiento hoy en día para mas de 100 internos de lunes a viernes. Esto nos lo cuenta uno de los hermanos de La Salle que en una visita guiada muy amena nos ilustra sobre la historia y la arquitectura. Se le nota al señor que le sobra el conocimiento y que es ducho en el arte de contar, nos habla profusamente y con detalle, conocemos la existencia de la escalera de noche para que los monjes pasaran de la iglesia a las habitaciones y de la de día para que fueran al claustro. Se venera un trozo de la corona de espinas de Cristo, que sólo se saca en Viernes Santo. Una de las capillas alberga las tumbas de Rafael Cavestany y esposa. Él, ministro de Agricultura con Franco, impulsó la creación de un pueblo al lado del monasterio, como parte de la tarea del Instituto Nacional de Colonización de contribuir al desarrollo agrario. En las campas de Villalar de los Comuneros se celebra el día de la región, o por lo menos una parte del arco político más a la izquierda se da cita allí. Hay comida, bebida, puestos y música en campas con bastante público que  canta en carpas al grito de Castilla libre o comunera, que canta la Internacional puño en alto, o que asiste a un concierto de música popular. Mucha gente joven englobada en agrupaciones tan atomizadas que es difícil que puedan llegar a tener representación en las instituciones. Acabamos el día en Tordesillas donde buscamos posada, encontrándola en el hostal San Antolín, habitación limpia y barata, abuhardillada. Creemos ser los únicos clientes. Caminamos por el pueblo, calle principal arriba y abajo, que atraviesa la bonita plaza porticada. Entramos a la iglesia de San Pedro y terminamos de oír la misa. Mas tarde nos contarán que es esta la única parroquia activa. La otra, de Santa María, se abrirá en verano y se cerrará ésta. En su día los fieles se repartían y hasta había competencia entre párrocos, hoy los fieles no dan para llenar dos templos. Dimas y Gestas, crucificados, están de espaldas al altar. Cinco imágenes en urnas a la izquierda del altar dan un toque diferente a la iglesia. El evangelio habla del encuentro de Jesús con los de Emaús. “Quédate con nosotros, que atardece y el día ha decaído”. Palabras para la reflexión. El Duero se muestra imponente desde lo alto del pueblo, ancho y caudaloso. En un pequeño parque se encuentra la escultura de Juana la Loca y otra dedicada a ella y a todos los que hirió el amor. Es el título de la obra de Humberto Abad, escultor burgalés, en la que dos manos parecen querer abrir el gran tronco de pino donde permanecen encerradas. Cenamos y el fútbol llena los locales con tele y vacía los que no tienen el canal de pago. El pueblo se recoge. No madruga Tordesillas al día siguiente y a las nueve solo tiene un bar abierto en la plaza mayor. Llueve y desde nuestra ventana vemos tres torres de iglesias. La lluvia de abril es agradable y templa el día. Pueblo de 8500 habitantes me dice el posadero, pero parecen 300 cuando aprieta el frío y las calles se vacían. Pueblo que alcanza su cenit turístico en Septiembre cuando el toro de la Vega congrega locales y curiosos. Hacemos una visita guiada en grupo de cuatro al Real Convento de Santa Clara. Ocho monjas lo habitan todavía; visitamos Iglesia, refectorio, sala capitular, sacristía y otras dependencias. El techo mudéjar de la Iglesia es lo más destacado. Rápida visita al museo del tratado firmado en el Palacio del mismo nombre. La exposición es pequeña, un par de salas donde diversos paneles ilustran el reparto del nuevo mundo entre españoles y portugueses. Finalizamos la visita a Tordesillas en el museo de arte sacro de San Antolín. Dicen que Juana la loca venía aquí a oír misa desde su encierro en el entonces adyacente Palacio, hoy desaparecido. Interesante visita, estamos solos, no hay apreturas y el entorno respira paz. A destacar el calvario de Juan de Juni que forma parte de un gran retablo. También una talla de Cristo crucificado, de Francisco del Rincón (1567-1608), y la obra maestra, la pequeña talla de la Inmaculada, de Pedro de Mena. Subimos las escaleras de la torre que acaban en asiento para dos. A la izquierda abrimos la puerta que da a la terraza desde donde se divisa una magnifica vista de la vega del Duero. Ajenas a todo, las cigüeñas trabajan en el mantenimiento de sus nidos. Volvemos a casa con parada en Rueda para comer un abundante menú del día en el restaurante Tejo. Subimos el alto de los Leones entre el vaho que despide la carretera. Perseguimos a la tormenta pero nunca la alcanzaremos.

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