domingo, 4 de mayo de 2014

los secretos en ávila



Es dos de mayo y fiesta en Ávila, celebran a San Segundo, patrón de la ciudad. Buscamos aparcamiento y acabamos en parking, las calles de extramuros ya dan idea de la afluencia de público. Es viernes y paseamos un rato antes de cenar. Lo hacemos en el restaurante Siglo XII, en lo que parece un antiguo establo enfrente de la Catedral. Abundante las raciones, y buenas. Suenan las cuatro y diez, de Aute, una de las mas bellas canciones de amor que yo recuerde. Paseamos ya de noche camino del Palacio de Congresos, nuestra excusa para venir a Ávila, concierto de Los Secretos. Por casualidad descubrimos la cercana Ermita de San Segundo, al lado, donde la fiesta toca a su fin, hay cola para visitar el sepulcro del santo en una bonita iglesia románica. Son los últimos visitantes del día y los puestos que venden almendras garrapiñadas y poca cosa más empiezan a recoger. Son ya las diez de la noche y el concierto empieza un rato después, con seis minutos de retraso, el local es el lienzo norte. Serán mas de dos horas, suenan como siempre o como nunca, bien. Sexta fila, la guitarra de Ramón Arroyo se aprecia en los solos, profesionales ya veteranos que vuelven a dejarse la piel sobre el escenario. La música de toda una generación de gentes ya de edad que cantamos y recordamos canciones, y algo más, algunas de hace 34 años. Toda una vida desgranada en acordes conocidos y en letras memorizadas. Acaban con “otra tarde”, el sonido falla al final, pero da igual, entre aplausos y regocijo se despiden. En primera fila alguien que va por su concierto 120, eso es fidelidad. Han sonado muchas canciones, de amor y desamor. Me quedo con “Pero a tu lado”, himno a la esperanza, canción que en su día pasó desapercibida pero que hoy es una de las canciones mas demandadas por los seguidores. Ya intramuros solo se escuchan nuestros pasos tras las murallas que protegen de todo menos del frío. Las campanas de las nueve tocan sin cesar en el hotel Las Moradas. Después de desayunar visitamos la Catedral. Pequeña por fuera y hermosa por dentro. Mucho turista. Las esculturas rescatadas del pórtico principal dan fe del paso del tiempo, las palomas, la lluvia y el tiempo han carcomido la piedra, “contra tiempo y materia” se titula la muestra. Muy interesante la visita del templo y de las salas del museo. La girola es diferente, gracias a la construcción con piedra caleña sangrante. El claustro recibe a los visitantes que hacen fotos a la tumba de Adolfo Suarez y esposa. En cuanto a obras me quedo con una Piedad, copia de la de Miguel Angel, obra de Bautista Vázquez, 1560, y un lienzo del XVII, una Dolorosa, anónima y oscura, que pasa casi desapercibida en un rincón, preciosa. Las calles siguen animadas en el centro y nos dirigimos hacia el Convento de San José (o de las madres), el primero de los fundados por Santa Teresa. Allí estamos prácticamente solos y disfrutamos de la conversación con el encargado del lugar, que es el casi único contacto de las hermanas de clausura con el mundo. Allí empezó la Santa sus fundaciones, un 24 de agosto de 1562. Se visita la Iglesia Primitiva, la actual y el pequeño museo de reliquias y arte. Nos cuentan que las monjas, 20 en la actualidad, viven como hace siglos, sin agua corriente, sin calefacción, con un importante ayuno que dura otoño e invierno, y dedicadas a la oración. Duermen sobre colchones de paja, poco, y visitan al médico sólo si es estrictamente necesario. Pero son felices, nos dice Paco. Tocan instrumentos musicales y el otro día le cantaron por su cumpleaños. Parecen ser felices y no nos entienden, dicen que estamos amargados, o eso reflejan nuestros rostros, cuando ocasionalmente nos ven desde un coche. Es la una de la tarde y se les escucha rezar escondidas tras uno de los muros de la Iglesia. Cuesta ponerse en su sitio, cuesta entender esa vida que a nuestros ojos es monótona y perdida. Quizás todo se resuma en ese pensamiento que expresan dirigido al mundo, ¿Qué hacéis con vuestra vida? si ésta se acaba, nos interpelan, ¿qué hacéis acaparando cosas? La sala única del museo teresiano alberga objetos que pertenecieron a la Santa y arte que parece estar de más en un sitio donde el mundo parece haberse detenido. De vuelta al centro de la ciudad la Tuna de Magisterio da color a la mañana soleada y nos devuelve a nuestra realidad. La gente les sigue en sus periplos y paradas, a tunos que por el aspecto ya cursaron todas las asignaturas varias veces. Alegría y música en una ciudad que no para de recibir visitantes. Comemos unos pinchos y antes de volver a casa visitamos el Real Monasterio de Santo Tomás. Todavía habitado por 22 dominicos se recorre con audio guía. Tres claustros, una iglesia y el antaño palacio de los Reyes hoy reconvertido en museo de animales disecados y un nutrido Museo de arte oriental son el objeto de la visita. Éste último, fruto de la recopilación de los monjes en su labor de evangelización en China, Japón y Vietnam muestra ese arte de mundos diferentes, y tres pequeños Cristos, mutilados y oscuros, rescatados de entre las ruinas de Nagasaki tras la bomba atómica. El monasterio, edificado a partir de 1482 a instancias de los Reyes Católicos se muestra sobrio y con escasa decoración excepto en la Iglesia donde destaca el retablo principal así como el sepulcro del príncipe Don Juan, de alabastro, hijo de Isabel y Fernando, fallecido a edad temprana. Esa tumba fue profanada en 1809 desapareciendo los restos mortales. Alberga igualmente varias capillas una de ellas llamada del Cristo de las Angustias o de la Agonía, talla anónima del siglo XV ante la cual rezaba Santa Teresa, desde donde se le impartía confesión, y donde tuvo una de sus visiones de la Virgen y San José. A la salida pasa un tren turístico, demasiado deprisa, ni siquiera para atisbar la placa que en la entrada muestra las palabras que el fraile Montesino pronunciara en el Nuevo Mundo en defensa de los derechos de los indígenas, en 1511. Él salió de este convento. Es hora de volver, cansados, pero con música en los oídos y palabras en el corazón.

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