viernes, 24 de enero de 2014

la peste



Sigo con Camus y leo La peste. Me recuerda a otras historias escritas posteriormente. Pero esta es la original. Habría que leer la literatura por orden cronológico para beber de las fuentes que todo lo llenan y que abrieron caminos. Sigue Camus con su estilo escueto y sereno, a pesar de esa peste que trastoca y arrasa, que mata y cercena, que aparta y separa, pero que también une. Que desquicia y aferra. Singular ejercicio de claustrofobia y miedo, el de una ciudad cerrada para aislarla del resto, donde sus habitantes siguen viviendo y conviviendo con la enfermedad. Cuando alcanza su máxima incidencia se llega al silencio, se asume la verdad y los habitantes se recogen, ensimismados en la espera. Dice uno de los personajes que no hay nada como sentir el tiempo en toda su lentitud para no perderlo. Uno de esos personajes verídicos o verdaderos, como el de Grand, magistral, el oficinista que no encuentra las palabras, que no puede expresarse como él quisiera, que no sabe salir de esa primera frase con la quiere empezar una novela. Que mira el escaparate y siente que la vida se le escapa, en uno de los mas bellos pasajes que recuerdo haber leído. Reflejado en ese espejo, llora. Imprescindible.

La peste. Albert Camus (1947)

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