Existen
puntos de inflexión en la lectura y este es uno de ellos, acabo el libro cuando
se cumplen diez años del fallecimiento del autor, a edad temprana, los
cincuenta. Dejó escrito unos cuantos volúmenes, menos de los que podría haber
acumulado. Sorprendente, diferente, extraño, única, vibrante, indefinida,
espectacular. Sigan añadiendo adjetivos. Esta es la novela que tira de un hilo
y luego de otro, el libro que a todos les hubiera gustado escribir. Dicen que
ya es un libro de culto. Fondo o forma. Eterna cuestión. El fondo es
inquietante y sorprendente a veces. La forma es de otro mundo. Me quedo con
ella. El fondo quizás se lo lleve el viento. Bolaño es un gran inventor de
historias sobre las que teje su estructura y estilo, el que le convierte en un
genial contador y narrador. La forma me atrapa. Y el libro es largo y yo lo
alargo. A veces voy a él por encima de todos los demás (leo en paralelo varios
ejemplares) y al final dejo que el libro espere porque no quiero que se acabe,
así que finalizo los demás, y me regocijo pensando que todavía quedan páginas
donde encontrar algo más, algo que supere a lo anterior. Podría poner algún
ejemplo, algún capítulo, pero mejor será leerlo, degustarlo y abrazar el libro
con todas sus páginas. Y pasa al capítulo de imprescindibles, y pasa a la
categoría de esos digamos diez libros que usted no debería perderse, y pasa a la
estantería de los que debería releer y disfrutar de nuevo.
Los
detectives salvajes. Roberto Bolaño. 1998
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