domingo, 4 de agosto de 2013

Bolaño



Existen puntos de inflexión en la lectura y este es uno de ellos, acabo el libro cuando se cumplen diez años del fallecimiento del autor, a edad temprana, los cincuenta. Dejó escrito unos cuantos volúmenes, menos de los que podría haber acumulado. Sorprendente, diferente, extraño, única, vibrante, indefinida, espectacular. Sigan añadiendo adjetivos. Esta es la novela que tira de un hilo y luego de otro, el libro que a todos les hubiera gustado escribir. Dicen que ya es un libro de culto. Fondo o forma. Eterna cuestión. El fondo es inquietante y sorprendente a veces. La forma es de otro mundo. Me quedo con ella. El fondo quizás se lo lleve el viento. Bolaño es un gran inventor de historias sobre las que teje su estructura y estilo, el que le convierte en un genial contador y narrador. La forma me atrapa. Y el libro es largo y yo lo alargo. A veces voy a él por encima de todos los demás (leo en paralelo varios ejemplares) y al final dejo que el libro espere porque no quiero que se acabe, así que finalizo los demás, y me regocijo pensando que todavía quedan páginas donde encontrar algo más, algo que supere a lo anterior. Podría poner algún ejemplo, algún capítulo, pero mejor será leerlo, degustarlo y abrazar el libro con todas sus páginas. Y pasa al capítulo de imprescindibles, y pasa a la categoría de esos digamos diez libros que usted no debería perderse, y pasa a la estantería de los que debería releer y disfrutar de nuevo.

Los detectives salvajes. Roberto Bolaño. 1998

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