
El museo del romanticismo en la noche de los museos. Aunque es de día
todavía. Calle de San Mateo, edificio antiguo, con patio para café y lectura o
conversación. No hay colas para entrar, o es mínima, aguantable. No será lo
mismo un rato después, a la salida. Se atisba el final de los que esperan
pacientemente, en línea, para no pagar. Cultura gratuita en tiempos de crisis.
Seguro que nunca conoció tal trasiego de gentes por sus salas. Se deja ver, y
bien. Para repetir quizás. Colecciones de pintura por doquier, y todo tipo de
objetos de antaño, de otra época. Los Madrazo exhiben pintura. Y autores para
mí desconocidos como Esquivel o Cortellini, ambos nacidos a primeros del
diecinueve. Del primero no se pierda “Agar e Ismael en el desierto”. Espectáculo
visual. Y casi escondido, de repente, en la altura superior de la sala aparece
el cuadro por el que merece la pena la visita. Retrato de niña, de Federico de
Madrazo, datado en 1870. Gesto adusto, casi de enfado, en un cuadro pequeño,
precioso, de ojos penetrantes, que merece un lugar más destacado.
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