domingo, 2 de junio de 2013

a modo de adios

La prueba de que el dinero no da la felicidad tiene nombre. Se llama Mourinho. O por lo menos no la exterioriza. La fama y los euros no sirven para calmar a un ser aparentemente herido, henchido de ego y malas formas, y que no puede o no quiere ser feliz con lo que la vida le ha dado. Injusta esta vida que da tanto al que menos lo merece. Su infancia debió ser difícil o no, quizás todavía se acuerda de los insultos del colegio, quizás, o de las hostias que recibió, todo es suposición, todo es alarde imaginativo para entender lo inentendible. Ahora que el gobierno británico pone trabas a los inmigrantes intentando poner puertas imposibles al mar se les va a colar el único e irrepetible Mou. A ese no le harán exámenes ni pruebas de nada. A ese le pondrán alfombra de colores para seguir instalando el festival del absurdo en un mundo, el futbolístico, que si de algo está sobrado, es de personajes como él. No habrá pruebas de bonhomía, no las pasaría. Se va el dedo que guiaba a algunos. Pena por ellos, se quedarán huérfanos en su estupidez. Que alguien haga el apunte en la hoja de estadísticas. Este país pierde una persona. Un tonto menos.

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