sábado, 11 de mayo de 2013

san jordi

Te llegará una rosa cada día. Lo cantaba Alberto Cortez, de eso ya hace muchos años. Es 23 de abril, día de San Jordi y las rosas se mueven y llegan a muchos rincones de Cataluña. Dicen que hasta seis millones, el 40% de las ventas anuales, y de paso hasta millón y medio de libros de papel que van y vienen de mano en mano. Símbolos que marcan un día de fiesta, que no festivo. La espera hacia el calor de la ciudad condal se hace fría en un tren rápido que copia la modernidad, lo bueno y lo malo, como ese aire acondicionado que nos pone al nivel de las peores tradiciones europeas, la que se empeña en que siempre haga frío en centros cerrados. Mientras, el video muestra una oscura película en blanco y negro con dibujos animados que causarán pesadillas en niños que no viajan normalmente en día laborable en tren. Fuera reluce el sol y las ruinas de los castillos o de los pueblos abandonados pasan a 300 kilómetros por hora. Los campos verdean y asoman agua y en esta fiesta del libro elegí no bien mi libro de viaje así que pasará a engrosar la lista de abandonados. Dice la radio que hoy es el  día de los enamorados en Cataluña, tradición que se remonta siglos atrás. El amor como reclamo y la cultura como vehículo de transmisión de emociones. Barcelona ya está en la calle, con esquinas coloreadas con una senyera que cubre puestos por doquier. El centro y las Ramblas son el punto de encuentro para vender, celebrar y reivindicar. Los políticos y asociaciones de todo tipo hablan de lo suyo, a veces ajenos a la marea humana. Las rosas son de verdad o de plástico, o representadas en infinita variedad de formas artísticas. A medida que pasa el día bajará el precio, incluso llegarán a regalarse. El anhelo de independencia impregna banderas y puestos. Se reparten papeles con preguntas para aclarar el proceso. Se mezcla economía con fútbol. ¿Dónde jugarán nuestros equipos?, se preguntan algunos. Se equiparan cuestiones que nunca deberían estar al mismo nivel. Y en Tapas Victor, en la calle Balmes, donde comemos un estupendo arroz negro, se expone una parte de la realidad social. Emigrantes de toda una vida que ayudaron a construir esta sociedad. Y surge la inevitable pregunta de dónde quedarán en ese futuro hipotético de ruptura. Que no se pierda la cordura o el sentido común. Es un deseo. Los pies no descansan y nos llevan al Xampanyet, allá en el barrio gótico, el vino espumoso no tiene precio. El ayuntamiento y la Generalitat están de puertas abiertas y visitamos el primero. Bonito palacio, antiguo, vemos salas y  despachos, incluido el del alcalde. Ya en el exterior se baila la sardana en pequeños grupos y se escuchan cerca gritos de manifestantes que protestan por el escándalo de las preferentes ante una entidad bancaria. La próxima visita será con dinamita, ese es el eslogan.  El día siguiente nos llevará de museo y paseo y comeremos en Cal Chusco, en la Barceloneta. Comida casera en local de toda la vida. Al lado del mar, oculto tras unas casas. Estás dentro de Barcelona y parece que no existiera. Pero su visión lo cambia todo, todo lo magnifica y la ciudad adquiere su categoría definitiva allí a orillas de un agua de tonalidades varias, de brisa que sopla y arrastra arena, de ambiente de playa. Y a lo lejos la nada, quizás existan países lejanos al otro lado del mediterráneo, pero a ojos de humano, el horizonte es la nada, lo más parecido al infinito que pueda existir.

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