Sigo el dictado del título y leo con impaciencia el libro. La acción transcurre a velocidad de vértigo, o eso me parece a mí, o será que el militar protagonista que cabalga a lomos de caballo genera esa prisa o será que aquella que se presenta inmóvil pero ansiosa por correr empuja al lector a devorar páginas. La novela atrapa desde el primer momento y las sorpresas se suceden en giros múltiples dentro de una historia cuyo final nunca se prevé.
Stefan Zweig. La impaciencia del corazón. 1939
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