sábado, 26 de enero de 2013

antiparras



No hay nada cronológico, no coincide con ningún cumpleaños, es progresivo, paulatino, son pequeñas incidencias que hacen la vida diferente, cambiante, diferente a lo de ayer. Se trata de asumir, como remedio, hacerse a la idea, de que ya nada será igual. Algunos, los ilusos, botarates, lo llaman pesimismo, pero no, es realismo, como la vida misma, que ya te atrapa. Las expansiones se acabaron, se multiplicaron los panes y los peces, ahora es hora de tapar agujeros, goteras sin agua. Y por algo hay que empezar, y al que lee, se le hacen las letras difusas, y al que no lee, le dará igual, pero será en la comida, no sabrá si come tomate o sandía, bendito sentido del gusto, o no sabrá si quién le llama es su mujer o su amante. Y así de repente aparece la palabra presbicia, desconocida tantos años, o vista cansada. Y el cuerpo que quiere ver y sentir y la puñetera vista que dice que no. Y seguro que vimos a padres y abuelos pasar por ello, pero de refilón, es decir, de espectador, y no es lo mismo ver que sentir, y ahora se da cuenta uno de cosas y engancha y relaciona otras, y es que la empatía es una virtud teórica a la que la voluntad tiene que  hacer andar. Y la cansada vista se rebela y uno descubre que hay soluciones, tantas como individuos, o como actividades tenga ese individuo, y cada uno te dirá una cosa, y el oftalmólogo te dirá otra, y el óptico te mandará en una dirección, y tú descubrirás que todos tenían algo de razón o ninguna. Y sólo la propia experiencia te hará vivir tu propia realidad y volverás al principio, a asumir que lo de la zanahoria para ver bien era leyenda, urbana y rural, que serán dos, o tres, los pares, de gafas, necesarios para ver, o que será una, o que será una mesa de operaciones, todo por robar luz, y nitidez, y soñar que todo fue un sueño, nebuloso. Y hay veces que me quito las gafas y me froto los ojos, y tras ese gesto, no veo mejor, no son legañas, Mister Magoo a mi lado sería un águila, pero es relax y reposo para vista cansada, y es cerrar los ojos y no ver, y abrirlos y ver luz, suficiente, milagro, el de la vida, cambiante y real que se vuelve casi nítida tras el tallado cristal.

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