sábado, 15 de diciembre de 2012

palacio real-madrid

Escenario de eventos que aparecen en televisión, escenario de vida de reyes, también residencia efímera del presidente Azaña, republicano, que le llama Palacio Nacional, es el Palacio Real uno de esos monumentos madrileños que se ven pero que no se visitan por los madrileños, hasta que un día lo hacemos, para descubrir historia y conocer que son 2800 las habitaciones de las cuales sólo se puede ver una mínima parte. Lo que se ve está plagado de esculturas, pinturas, alfombras, tapices, relojes, y hasta tronos, los actuales que ocupan los reyes de ahora, confiados a otro hogar más lejano del mundanal ruido de la ciudad. La historia no habla, sino por boca de la guía que desgrana fechas y actos. Las esculturas, muchas de ellas negras, hermosas, no apuntalan las bóvedas de grandes frescos. Aparecen los Goyas y La muerte de Séneca, de Luca Giordano, que dicen que era ambidiestro, origen, entre otras causas, de su gran producción. La galería de pinturas, a la que sólo se accede con visita guiada no es extensa, pero interesante. La Virgen de la rueca, de Luis de Morales, el Divino, ilustra la entrada, y la Salomé, de Caravaggio, destaca sobremanera. Familiares reales pintados por la mano de Federico de Madrazo dejan paso a más salones, para recepciones y mesas. Ya fuera del recinto principal se puede visitar la Farmacia Real y la armería donde armaduras y espadas cabalgan a lomos de inertes caballos de gesto congelado. Los reyes y sus atavíos, para guerra o parada militar, los que un día cruzaron tierras y mares, hoy varados para el recuerdo de los visitantes, que callados unos, alegres otros, dan vida a la mañana del frío lunes de primeros de diciembre.

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