No sé que vimos en San Diego, recuerdo vagamente un hotel en los
accesos a la ciudad, motel de dos alturas, con pasillos de entrada a las
habitaciones que rodean el parking. Ciudad de mar, sí recuerdo que visitamos el
hotel Del Coronado, que es un centenario alojamiento de la ciudad, al borde del
mar. Cita para estrellas, es objeto de visita de los que no pueden permitirse
pagar el precio de las habitaciones. SD sirvió de base para acercarnos a Tijuana,
ciudad fronteriza, visita a un México que me dejó helado. Es Tijuana esa ciudad
donde los que quieren escapar al mundo mejor se agolpan ante la valla o la
exploran, incluso ésta se adentra en el mar, donde los del norte van de juerga,
tras alcohol y prostitución, en busca de gangas de algún tipo, de colonias,
ropa o relojes, todo falso, y donde los niños venden chicles por las calles o
los bares poniendo un velo sobre la conciencia, donde el futuro no se inventa,
y está marcado en muchos casos, y eso no
es falso, es real, niños, descalzos o no, fuera de la circulación de una
sociedad marcada por el abandono y que ahora, años después, lucha contra una
violencia salvaje. Quizás los barros de ahora vienen de entonces, todo producto
del pasado, de una historia, de lo que pasó, todo tiene su origen, todo tiene
su explicación aunque avergüence, de la dejadez de unas instituciones, de la
falta de responsabilidad de los gobernantes que echa cimientos y cala en una
sociedad asustada y que alimentó la falta de escrúpulos de tantos, y la droga
de por medio como medio de enriquecimiento fácil.
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