
Llegamos de noche y encontramos
que no había alojamiento. A última hora un motel en la zona de Hollywood tenía
un par de habitaciones libres. Dormí poco o nada, todo era ruido y gritos, la
limpieza del lugar era casi inexistente y esperaba en cualquier momento que
alguien entrara por la puerta con una pistola o algo parecido. Es lo que tienen
los moteles baratos. Pero no pasó nada. Todo acabó, llegó el día y la noche
siguiente seguro que dormimos de un tirón en otro sitio mejor. También fue en
Los Ángeles donde cenamos en un restaurante chino donde la luz parecía jugar
una mala pasada a los comensales. La comida no era exquisita y la ausencia de
luz hizo el resto, no se debe comer a ciegas, para el recuerdo. Los Ángeles no
se completa sin Disneyland o los estudios de la Universal, con escenarios y
efectos especiales, con películas que eran historia y lo seguirán siendo, ilusión
y espectáculo para pequeños y adultos, tampoco sin la visita al observatorio
Griffith, desde cuyo emplazamiento se divisa una espectacular vista de la
ciudad, un mar de luces que parecen moverse, ahí abajo. Lugar de desenlace de
la eterna “Rebelde sin causa”, es lugar de sueños y de flirteos en la
oscuridad. Y por supuesto, la visita a Venice playa, con sus tipos especiales,
y cómo no, Hollywood, que son estrellas sobre el suelo o murales que las muestran,
o la tumba de Marilyn, un humilde nicho, o actores actuales que asisten a una
fiesta y pasean sus galas ante los flashes. O disfraces sobre personas que
piden dinero por posar contigo ante el teatro chino o ante una de esas
estrellas de suelo. Escenario de sueños, cumplidos y rotos, todo el glamour del
cine, allí en su meca, todo para el visitante que mira de lejos al cartel, allí
arriba en la ladera, el que anuncia que está usted tan cerca como lejos del
mundo de la fantasía. Porque las estrellas no se ven, se esconden en sus
mansiones y las visitas por sus fincas se antojan detectivescas y faltas de
resultado, y existe otro LA, el que nos lleva a buscar unas torres construidas
con deshechos en zona en la que nos adentramos con miedo porque la vida parece
haberse detenido de pronto y las casas ya son pobres, los jardines están
abandonados y los porches de entrada almacenan soledad y cacharros, y el ser
humano parece haberse evaporado, y es que la sociedad norteamericana tiene
también lo suyo, su ración de apartados, de parados, de desheredados, de
perdedores que mendigan sanidad y luchan contra un presente parecido al pasado
y sin futuro aparente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario