viernes, 9 de noviembre de 2012

de fantasmas - verano del 92 (9)



Bodie es una gozada, ciudad minera fantasma, la recorrimos de un lado a otro, interminables fotos, casas de madera al sol, el oeste acabado, a merced del viento y del sol del casi desierto,  los cristales de las ventanas intactos o no, todos se fueron y se quedaron la escuela, abandonada, los restos de la mina, y entre medias el polvo y la sequedad. Ya le tocó alcanzar su esplendor, allá por 1859 descubrió oro W.S. Bodie en ese lugar, el pobre murió a los pocos meses, sin tiempo de ver en qué se convirtió el paraje, hasta llegar a alcanzar los 10.000 habitantes. Duró el éxito hasta 1882 aproximadamente, ahí comenzó el declive  y en los años de la Gran Depresión llegó la puntilla. Hoy, los aproximadamente 170 edificios permanecen como testigos del pasado y como escenario ideal para retratar la historia del salvaje Oeste, eso sí, sin personajes. Otra ciudad fantasma, pero menos, aunque igual de deliciosa es Coulterville, nombrada así en honor a George Coulter, el primer “blanco” que llegó al asentamiento minero que ocupaban chinos y mexicanos. Digo pero menos porque no tiene el encanto del abandono de Bodie, pero tiene un hotel del pasado, el Jeffery. Allí dormimos, quizás en la habitación que ocupara el presidente Roosevelt o Mark Twain hace ya años. Recuerdo la habitación, de cama de matrimonio estrecha, como eran antes, y antigua de verdad, con somier que crujía. Quizás fueran los fantasmas, ahí agazapados, los que hacían ruido, dicen que habitan el lugar. Escaleras abajo aparecía el salón, al más puro estilo del oeste, eso sí, con mesa de billar americano donde si mal no recuerdo echamos alguna partida.
Calico es otra ciudad fantasma, antigua explotación de plata y borax, más comercial que Bodie, con tiendas en medio del calor y del polvo del desierto que gana terreno. Y se puede visitar la mina de Maggie, y sentir la tierra encima y esa sensación de angustia que acompaña a la incertidumbre. Y situemos al valle de la muerte en el apartado de ciudades fantasmas, aunque el ser humano difícilmente podría sobrevivir ahí. El valle hace honor a su nombre, desierto donde la temperatura sube y sube, donde hay que llevar agua y esperar que el coche no encienda pilotos extraños, existen las dunas, piedras y rocas, los paisajes áridos se suceden y llegamos al lago Badwater, pequeño, de agua salina, que se encuentra a 86 metros por debajo del nivel del mal. Y a pesar de todo hay vida en el desierto, pequeños seres que no se ven, y otros más grandes como esos mamíferos llamados los carneros del desierto a los que uno no se imagina subsistiendo en medio de la nada, testigos del tímido acercamiento del hombre a los límites de la existencia.

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