
Camino hacia el sur,
podemos hablar de Monterrey, que está en la costa, y hacia ella viajamos por la
vieja carretera del Pacífico. Ésta tiene parajes espectaculares, acantilados y
cortados, con pequeñas calas donde bate el océano. La ciudad atrae gran
cantidad de turistas por su acuario que alberga a los grandes mamíferos
marinos, también a los pequeños, y que acoge una pequeña salida al mar en
ensenada donde abundan las nutrias que hacen las delicias de los niños. La
calle de Cannery Row albergaba hace ya muchos años a las hoy desaparecidas
industrias conserveras, sobre todo de sardinas. Y pasó a transformase en una
zona de esparcimiento y ocio donde bonitos murales recogen parte de esa
historia antigua, de pescadores y redes. Muy cerca, la 17 mile drive es una
carretera escénica de pago que recorre un espacio natural protegido que bordea
el mar y donde los animales, como las gaviotas, las marmotas o los topos
parecen posar. Las fotos se suceden, aparece un ciprés solitario al borde del
mar, ya seco, y toda vista merece la pena. Entre medias se atisban grandes
mansiones y campos de golf donde los pudientes pueden pasar su tiempo libre.
No sé donde encontramos
el sand dollar o especie de estrella de mar en pequeñito, extremadamente plana
y minúscula, quizás en una de estas calas. Esas conchas son tan minúsculas que
se pisan, como tantas otras cosas. Y muy cerca podemos llegarnos a Santa Cruz
con su paseo al borde del mar y su parque de atracciones de película que
flirtea con las aguas, digno de ser paseado de noche y a la luz de la luna si
es posible.
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