No era mi primer viaje a Estados Unidos ese de mayo del 90,
un par de meses antes había estado en California, motivos de trabajo, en el
valle del Silicio o Silicon Valley, en viaje de formación, y con San Francisco
para siempre en la memoria, por eso el golpe no fue tan grande, el del impacto
que da ver esas autopistas enormes, los inacabables bosques, atravesados por
carriles llenos de automóviles diferentes a los nuestros, los grandes carteles,
ese tamaño extra largo aplicado a todo. Ese mundo que parece diseñado por un
niño. Y desde Nueva York, con lo típico, el Empire State, la estatua de la
libertad, las torres gemelas, la catedral de San Patricio,…, nos desplazamos a
la capital de la nación, Washington, y vimos Casa Blanca, Capitolio, memoriales,
e hicimos una pequeña incursión en Virginia para ver el cementerio de Arlington,
con la tumba de los Kennedy, la del soldado desconocido, con el Potomac en la
lejanía, y respirar el profundo respeto que guardan a su historia los
americanos, y ver a los veteranos del Vietnam honrar a los suyos en monumentos
y en activismo en busca de los desaparecidos, y ver nombres inscritos en piedra,
los que no volverán. La capital es famosa por sus museos, como el de Historia
americana, y nos dejamos muchos, también pasamos por la casa de George
Washington, en Mount Vernon; Hubo parada en Lancaster (Pennsylvania), capital
de la zona donde los Amishs siguen ajenos al mundo civilizado, y se esconden de
las fotos y de los turistas. En un pequeño pueblo de Pennsylvania, llamado Hermitage,
estuvimos en casa de unos alaveses de Llodio que trabajaban en una empresa
llamada Advanced Monobloc, cuya planta estaba ubicada en la calle Llodio,
dedicada a la fabricación de tubos de aluminio para aerosoles. Paramos también
en Gettysburg, escenario de una de las batallas decisivas de la guerra de
secesión americana, donde se exhibía el original del discurso de Lincoln pronunciado
en Noviembre de 1863 al crear el cementerio de la ciudad (“…estamos decididos a
que estas muertes no hayan sido en vano; que esta nación vea renacer la libertad, y que este gobierno del pueblo, por
el pueblo, para el pueblo, no desaparezca de la tierra”) Toda una declaración
de intenciones. Pasamos por la región de los lagos, y la memoria guarda
extensiones inmensas de agua, mares interiores. Un error, hacer noche en
Corning, capital de la artesanía del cristal, sobra excepto que usted sea un
adicto a ese arte. Y de ahí camino a las cataratas del Niagara, capítulo
aparte.
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