Es el diario un género que debiera tender hacia la
intimidad, que debería servir de salida de todo lo que conlleva el ser humano.
Y para Juan Bernier, poeta cordobés, lo fue, “escribir es un desahogo”, vía de
escape por la que fluye lo que él denomina su esclavitud, la de estar preso de
la tentación de la carne joven. El autor murió en el año 1989 sin terminar de
corregir el texto al que quiso dar luz. El diario empieza con añoranzas,
evocaciones de infancia con deseo de recuerdo. Sigue la guerra civil, y el
final de ésta, con la indiferencia general ante la miseria y la terrible
represión. El autor es valiente y cuenta su vida oculta, la que nadie conoce,
la que le hace pasear a la luz de la noche buscando el placer prohibido, la belleza
de los jóvenes o de lo niños que venden sus caricias o su cuerpo por unas
monedas. Y se descubre observado y piensa en el suicidio ante el rumor. Busca a
Dios, prueba la confesión religiosa, pero lo que más le ayuda es su auto
comprensión, que le genera una tranquilidad de conciencia sin que aparezca la
depresión del arrepentimiento. Y afirma que “todo es normal, incluso la
anormalidad misma”. Y declara sincero que “son los ojos mi alegría y mi martirio”,
y que “mi secreto está prohibido”. No quiere hacer proselitismo, “no quiero, no, que los demás sean como yo”,
y así transcurre esta dura confesión en cuartillas, repleta de poesía. Si algún
día lo leen, no dejen de releer el apartado titulado “Calle de amigos: calle de
cadáveres” (28/12/1942). Sentirán cómo algo se mueve dentro de ustedes, y sentirán
como propios el remordimiento y la impotencia del autor ante el enfermo
apestado que busca consuelo, que sólo busca que le vean, mientras las miradas
se escabullen a su paso.
Berenjenas rebozadas
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Asar las berenjenas enteras en el horno. Dejar que se enfríen y quitarles
la piel dejando la parte de arriba como en la foto. Hacerles unos cortes y
estend...
Hace 4 semanas
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