miércoles, 8 de agosto de 2012

berlin-sobre el asfalto

Las placas son doradas y están integradas en el asfalto para que nadie las pueda arrancar y el recuerdo se haga eterno, y se orientan hacia los espacios donde habitaban y de donde fueron sacados para ser deportados al infierno los miembros de la comunidad judía. Cada placa muestra el nombre, año de nacimiento y destino, y los nombres finales son conocidos por todos, nombres que suenan a devastación. Es el barrio judío de Berlín, y aparte de estas señales de la memoria colectiva existen otras, como las que se suceden a lo largo de la pared interna de una casa, que da a una especie de patio, donde las placas recuerdan el espacio que ocupaban familias deportadas, todos los pisos albergaban víctimas. Y llegamos al número 29 de esa misma calle, la Grobe Hamburger,  que parece el escenario de una película de guerra. Al lado de la Iglesia de Santa Sofía, este edificio muestra los impactos de cientos o miles de proyectiles. Sólo las ventanas se repararon, el resto de la piedra muestra impactos de diferentes diámetros, abajo y arriba, por el frontal y por el lateral, el recuerdo de las balas que no alcanzaron su destino. La calle es estrecha, tan estrecha que uno no puede por menos de pensar en el miedo que traspasaba umbrales de portales y ventanas para colarse por rendijas, miedo del silencio o de los gritos, acaso conocidos, acaso familiares.

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