viernes, 18 de mayo de 2012

sabrina


Los gozos del alma son enigmáticos e inesperados, de repente algo se mueve, un vuelco, algo parecido a una extrasístole de esas que sobresalta el corazón, pero esta vez es ese algo lo que late diferente, la que se regocija con algo o con alguien, la que tiembla ante lo desconocido. Y algo tan simple como una película puede provocarlos, mecha ardiente para llegar al punto de explosión, y es Sabrina ese detonante, y va en crescendo hasta un final de barco del amor con Humphrey apareciendo y el fundido en negro que marca The End acaba con el abrazo sin beso que todos esperaban. Y hay una escena de baile al aire libre al son de orquesta que es digna de engrosar la historia de este arte, y aunque la música termina, por un momento, la pareja sigue bailando (Audrey Hepburn y William Holden), en ese estado transitorio que todos deseamos que fuera eterno. Escenas para el recuerdo, de genio de detrás de la cámara, de Billy Wilder, de maestros del guión y de la puesta en escena, de sonrisa en vez de risa, de equívocos y desengaños, y todo en blanco y negro, atacando a un alma cuyo color desconocemos.
Sabrina. Billy Wilder.1954

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