miércoles, 16 de mayo de 2012

padre e hijo

Volaba el año 1970, y el entonces Cat Stevens la compuso. Digo entonces porque luego pasó a ser Yusuf Islam. Y su diálogo entre padre e hijo se hizo inolvidable bajo una melodía grandiosa. “Father and son" ponía letra a la vida. Ahora corre el 2012 y el realizador de un partido de fútbol de la liga inglesa se empeña en captar el sufrimiento de la grada, de los seguidores del equipo que necesita dos victorias para ganar el título, es el penúltimo partido y el Manchester City busca ser campeón 44 años después. El rostro crispado, tenso, muestra a dos personas, padre e hijo, se intuye, el hijo de celeste, el color del club, el padre a su lado, similar estatura; al cabo de un rato llega un tanto y después el segundo, y tras el primero el realizador cambia pánico por gloria y esas dos almas se abrazan, quizás no se hayan abrazado en mucho tiempo, y la alegría se desborda. Siete días después llega el último partido de la liga, dramático, si el drama cabe en el fútbol, aunque a tenor de los semblantes lo parece, y en el descuento, en el último suspiro, los azules encuentran el camino del gol y del título, y no enfocan a la pareja, o no la veo, entre tamaño derroche de gritos y saltos, pero seguro que estaban allí y los imagino, repitiendo abrazo, casi acostumbrados ya, sólo ha pasado una semana desde el último. La pena es que se acaba el fútbol y se olvidarán los abrazos, o no. Y es que el fútbol tiene eso, la capacidad de unir, de llorar juntos, de alegría o de pena, y de generar acciones ya olvidadas en el fondo del corazón. Al igual que la música, diría yo, que une bajo las estrellas o en la oscuridad, bajo una linterna o en el salón de una casa en penumbra, en la escucha de un dialogo probable, siempre actual, eterno, aquel que enfrenta, une, separa o acerca a padre e hijo.

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