lunes, 15 de agosto de 2011

relationtrip

Los intereses no coinciden, a veces divergen tanto que nunca elegirías a esas personas como compañeros de viaje. Pero no los cambiaría por nada del mundo. Y sacrifico museos y otras cosas por estar a su lado. Será la edad, será lo complicado de las relaciones, lo cierto es que a medida que los hijos crecen no es fácil elegir destino de vacaciones e intentar pasar siete o más días de sol a sol con ellos en jornadas de doce horas, con madrugones inexplicables, con caminatas que parecen peregrinaciones, con momentos de cansancio, pero también con otros muchos ratos donde se comparte, se habla, se ríe, se come, en definitiva, se vive en compañía de aquellos que más pronto que tarde dejarán el hogar, que más pronto que tarde harán esto mismo, donde los protagonistas serán otros, y donde los hoy padres quedarán a distancia infinita de los viajes de sus primogénitos. Hay algo de nostalgia en cada paso y en cada comida, y es que ya van unos cuantos viajes, en comunidad de cinco o familia numerosa, recorriendo mundo en sus diferentes versiones y ya no se puede echar de menos cuando alguno iba en brazos pero se hace y ya es materialmente imposible volver atrás, así como parar el tiempo, congelarlo, hacer que los seis días sean de mas horas o que se transformen en doce jornadas, y es parte de la vida, empezar y acabar, y es parte del tiempo el dejar a los padres a un lado del camino, y llegará el día donde las fotos dolerán y ni siquiera querré sacarlas del cajón o del ordenador, pero mientras llega ese día seguiremos pensando en el próximo viaje, el año que viene, canícula siguiente, destinos miles. Y veo en la tele americana a un padre y a un hijo que llevan diez años recorriendo los estados de la Unión, poblando cada escenario de equipo profesional de baloncesto o beisbol, viaje para unirlos, ahora plasmado en un libro, relationtrip es el título. Y no me da envidia, salvo que daría dinero, por volver a ser un niño, o por volver a ser un padre de niños, y sentir las manos, y velar el sueño tras la paliza y las múltiples visitas aquellas que parece no dejaron nada en su memoria. Pero sí en la mía, o en la nuestra, imborrable.

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