lunes, 15 de agosto de 2011

ny-4 (11-S)

Sorprende que a día de hoy, diez años después, los camiones que llevan material a la obras del recinto del World Trade Center tengan que ser inspeccionados en busca de explosivos y que a cada vehículo se le miren los bajos delante de la curiosidad del público. La seguridad no descansa ni descansará. El solar que albergaba las torres gemelas es centro de peregrinación obligado para los visitantes de Nueva York. Un nuevo rascacielos se está alzando y se está finalizando un memorial en recuerdo a las víctimas. Todo es ruido y obras en la zona. A escasos metros destaca la paz que se respira en la pequeña iglesia de San Pablo y su cementerio anexo, remanso de árboles y sombras para algunos héroes de la revolución americana. Sobrevivió al desplome de las torres y se convirtió durante meses en centro de descanso y recuperación para los miles de personas que trabajaron en la zona. Los recuerdos de algunos se han quedado allí, desde utensilios y ropa utilizada por los bomberos pasando por fotos, mensajes y memorias de todo tipo que atestiguan la vergüenza terrorista y el clamor de compasión y solidaridad que creció a partir de ese punto. Aunque el recuerdo nunca será suficiente, siempre es ejemplo, positivo, para el aprendizaje de todos.

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