martes, 9 de agosto de 2011

nada

Leo “Nada” y todo al mismo tiempo, mientras la costa que no es Alaska se dibuja en la pantalla de colores y el minúsculo aeroplano se mueve rápido y despacio hacia su objetivo. La noche se cierne en el mar y la locura de las olas no sube hasta aquí arriba, locura verdadera, falso el ritmo ese de las olas, locura negra o azul que engulle cuando menos lo esperas, locura anárquica como la que habita en la calle Aribau, en ese primer piso que oprime y exprime a cada habitante de él, entreviendo lo mejor y lo peor, dejando aparecer a las sombras que Laforet retrata de forma magistral. Acabo el libro en Nueva York, lo opuesto de la nada, ciudad que busca el todo en camino infinito y objeto de muchas vidas. La novela acaba y las sombras permanecen o se diluyen, seguir o transformarse, suerte o dilema, seguir anclados, huir, decisión, acción, nuevas vidas y oportunidades esperan. No se lo pierda.
Nada. Carmen Laforet. 1944

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