domingo, 15 de mayo de 2011

solidaridad

A pesar de nuestros ojos y de nuestra vista hay cosas que no vemos. Existe una solidaridad de todos los días, la callada y abnegada, que muchos ejercen sin que nadie lo sepa, y que no reconocemos muchas veces, y luego existe la solidaridad extrema, que desgraciadamente se alimenta de las desgracias inesperadas, y es entonces cuando nos sorprendemos de cuán maravilloso puede ser compartir la existencia sabiendo que alguien te va a ayudar cuando más lo necesitas. El ejemplo lo vemos en Lorca, que, tras el terremoto, consigue volcar corazones y manos, desde muchos rincones, deseosos de prestar ayuda. A veces la solidaridad también se disfraza con velos que no quieren ver la realidad y cerramos nuestra mente a las desgracias que asolan el mediterráneo, no me refiero a su contaminación, me refiero a cómo el mar se está transformando en un inmenso cementerio que alberga innumerables cadáveres de personas que huyendo en busca de un futuro mejor encuentran su final a merced de las aguas de un mar que no entiende de humanos. Y a veces tenemos que escuchar lo que no querríamos y lo que nos hace dudar de si hemos aprendido algo tras nuestro paso terrenal. Dice Garaikoetxea, que ya ha vivido unos cuantos años, antaño presidente del Gobierno Vasco y miembro de Eusko Alkartasuna (ahora integrante de la coalición Bildu), que él defiende la necesidad de desmarcarse de España para mantener el estado del bienestar en Euskadi. Siento tristeza al pensar que esa pueda ser su conclusión después de toda una vida. Las luces siempre arrojan sombras aunque la solidaridad debiera brillar siempre sin ellas.

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