viernes, 8 de abril de 2011

de batallas y carreras

No sé si alguna vez se deja de ser padre. Lo descubriré algún día. Quizás sea ese momento donde tu hijo ya parece un ser responsable, capaz de enfrentarse al mundo, hijo que ya mira poco para atrás. Lo que sí sé es que es pronto para hacer balance. A la carrera de fondo todavía le quedan unos kilómetros. Todavía quedan batallas por ganar y por perder. El cómputo final llegará dentro de unos años, está por ver. Pero también sé que hay padres que parecen perder más batallas que la media. Seguro que ustedes tendrían más de un ejemplo cerca. O no las luchan o les da igual. Esta semana, el ídolo de masas, Justin Bieber, pisa suelo español y muchas jóvenes hacen noches para coger buen sitio, perdiendo clase, que no su tiempo. Seguro que han disfrutado más que en las aulas. Todo ello con la permisividad de los padres, ausentes, o incluso colaboradores acérrimos de los caprichos de las niñas y niños. Una batalla para el enemigo. Póngale usted nombre a éste. Por cierto, hace años, Anguita, en la plenitud de su vida política, alcanzó a decirlo. Pocos le hacen caso. Nunca ha gustado. Escuche, la revolución empieza por uno mismo y el alcance posible de ésta debe de ser modesto. Es decir, si usted cambia, intente transmitir su cambio a los que lo rodean, que serán pocos, pero entre ellos estarán sus hijos. Claro que hablamos de cambios para bien. Algunos padres cambian al revés, meten la marcha atrás y vuelta a empezar. El futuro pasó por nuestra puerta hace algunos años, llenos de pañales; algunos todavía nos pegamos con él, aunque he de reconocer que las fuerzas abandonan. Así que usted, padre primerizo, domador de sueños y acuñador de criaturas celestiales, tiene algo que decir, más bien mucho. Por cierto otra vez, de esto, ni tuvo, ni tiene la culpa, ni la tendrá nunca ese saco de los golpes que alguien bautizó como Zapatero, alias maestro armero. Entono el mea culpa por lo que me toca de padre.

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