domingo, 2 de enero de 2011

humo

Dice una señora que no está de acuerdo con la nueva ley anti humos. No le gusta que prohíban cosas. El mundo ideal no existe señora, y algunos, más que otros, necesitan que se les recuerden unas normas básicas de convivencia y respeto, so pena de castigo. Para muestra, el hecho de que mueran en las carreteras menos personas que nunca. Pero hay gente que debe de vivir sola en medio del monte y no visitar bares o ser rica y vivir en una mansión que no comparte paredes, seguro que son los mismos que no votan y les importa un comino nuestra sociedad. Sí, más nuestra que suya, por la que pasan de puntillas sin mojarse. Pero los mortales somos otra cosa. Yo, entre ellos, digo que me parece bien que la gente deje de fumar en locales cerrados. Ahorraremos lavados de ropa. Y ya puestos, me pongo a soñar, y también prohibiría los petardos. Valiente estupidez, la de tirarlos. La juerga padre debe de ser eso de hacer ruido. Y ya puestos prohibiría los animales domésticos, es decir, dejarían de ser domésticos y se convertirían en habitantes de zoo. No es por nada, es por higiene, por salud mental, por muchas cosas. Prohibir para quedarnos en el silencio absoluto, sin ladridos, mechas, cohetes y mierdas que pueblan las calles, para poder pasear mirando al frente, buscando el futuro, no el suelo plagado de minas. Silencio para leer, charlar, amarse, dormir, comer y vivir. Ya puestos, antes de despertar, seguro que a ustedes se les ocurre alguna otra cosa que prohibir, de esas que hacen ruido o dan asco.

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