martes, 21 de diciembre de 2010

huracán

El 20 de diciembre de 1968 pasó por Vitoria un huracán. Eso es lo que quedó para siempre grabado en mi memoria. Dicen que a la media hora de un hecho se decide si se almacena o no en el cajón de los recuerdos. Yo debí de ser rápido a la hora de guardar. Tenía seis años recién cumplidos y debió de ser la emoción, o el miedo, el desencadenante del archivado. Fue antes del solsticio, día de poca luz, recuerdo la imagen de mi madre bajando las persianas. Es lo único que me queda. No sé si fue la radio la que anunció el vendaval. No hubo tal fenómeno. Imagino, no me acuerdo, que debí de oír el viento con sus rachas huracanadas, mientras confiaba ciegamente que la casa resistiría todo, hasta esos vientos. Y las casas resisten no porque sean buenas o fuertes, sino porque están mis padres conmigo y con ellos no puede pasar nada. Al día siguiente no sé si hice preguntas, no sé si pregunté por qué no se habían caído los árboles o por qué no se habían volado las farolas. Dicen las hemerotecas que ese día 20 expulsaron a los carlistas de España. Carlos Hugo de Borbón fue obligado a cruzar la frontera y pasar a Francia. Yo era pequeño y no sabía quiénes eran los carlistas. Yo digo que ese día se abatió un huracán fantasmal, vendaval de sueños y de emociones,…

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