domingo, 5 de diciembre de 2010

aplauso

En un partido de baloncesto de hoy, el narrador dice del equipo que va perdiendo que están recibiendo su merecido. Merecido castigo se sobreentiende. Se pueden hacer méritos para el premio o para lo contrario. Mientras los aviones vuelan, los controladores corren de nuevo a la torre de control, huyendo del castigo. Les ha salido el tiro por la culata. Nuestro refranero es rico y se ajusta a cualquier situación. Decía Ortega y Gasset que “de un pueblo que no aplaude, se puede esperar poco”. El aplauso abre el corazón, observe el gesto, siempre y cuando sea sincero. Hipocresía hay hasta en ese gesto. Dice Sánchez-Ferlosio en un artículo del lunes 29 de noviembre, publicado en El País, que se aplaude demasiado, incluso en los entierros. No nos ponemos de acuerdo. Creo que miles, por no decir millones, aplaudirían la resolución del conflicto de los controladores. Ahí les dejo con la duda de si abrir su corazón o no, pero si lo hacen, háganlo de verdad.

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